“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isa. 53:5).

¡LOS INALCANZABLES SOMOS NOSOTROS! (ISA 53:3–9)

miércoles 03 marzo, 2021

Semejante a una planta vulnerable, aparentemente sin ningún valor especial y despreciada (Isa. 53:2, 3): esa es la representación que aquí se nos da del Siervo sufriente. Isaías nos ha conducido rápidamente de la juventud inocente hasta el borde del abismo. Incluso teniendo en cuenta el contexto presentado previamente, no estamos preparados en el sentido de que estemos resignados al destino del Siervo. ¡Al contrario! Isaías nos ha enseñado a apreciar al Niño que nos ha nacido, al Príncipe supremo de la paz. Otros lo desprecian, pero nosotros sabemos quién es él realmente.

Como dijo alguien: “Nos hemos encontrado con el enemigo, y somos nosotros”. El siervo no es el primero en ser despreciado, desechado o un varón de dolores. El rey David fue todo eso cuando huyó de su hijo Absalón (2 Sam. 15:30). Pero el sufrimiento que soporta este Siervo no es suyo y no deriva de su propio pecado. Tampoco lo soporta únicamente por otra persona: “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6).

La respuesta a la pregunta “¿Por qué?” es la verdad probatoria de Isaías: A causa del amor de Dios, su Mesías elegiría sufrir. Pero ¿por qué? Isaías asesta el “broche de oro” para completar la verdad inconcebible: ¡Él eligió sufrir para alcanzar lo inalcanzable; y lo inalcanzable somos nosotros!

Quienes no entienden consideran que el Siervo es “golpeado por Dios” (Isa. 53:4, NVI). Así como los amigos de Job pensaron que su pecado debió haber causado su sufrimiento, y así como los discípulos de Jesús le preguntaron “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:2), los que vieron a Jesús en la cruz supusieron lo peor. ¿No dijo Moisés que “cualquiera que es colgado de un árbol está bajo la maldición de Dios” (Deut. 21:23, NVI; comparar con Núm. 25:4)?

Sin embargo, todo esto fue la voluntad de Dios (Isa. 53:10). ¿Por qué? Porque “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gál. 3:13). Porque Dios, “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21).

“¡Qué precio ha sido pagado por nosotros! Contemplad la Cruz y la Víctima levantada sobre ella. Mirad aquellas manos taladradas por los crueles clavos. Mirad sus pies asegurados por largos clavos al madero. Cristo cargó nuestros pecados en su propio cuerpo. Ese sufrimiento, esa agonía es el precio de vuestra redención” ( ELC 224).

¡El peso, la culpa, el castigo por los pecados de todo el mundo (todos los pecados cometidos por cada pecador), cayeron sobre Cristo en la Cruz al mismo tiempo, como el único medio para salvarnos! ¿Qué nos dice esto acerca de cuán malo es el pecado, que hubo que pagar un precio tan alto para redimirnos de él? El hecho de que el Salvador haya hecho esto por nosotros, incluso a un costo tan alto, ¿qué nos dice sobre el amor de Dios?

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