“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17).
COMUNIDAD DE FE (ISA. 66:21)
Los israelitas eran “un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éxo. 19:6), con sacerdotes especiales apartados para representarlos como líderes de adoración. Pero en el futuro, algunos gentiles se convertirían en conductores de adoración (Isa. 66:21).
¿Cómo afectaría este cambio a la comunidad de fe renovada? Ver Mateo 28:19; Hechos 26:20; Gálatas 3:28; Colosenses 3:11; y 1 Timoteo 3:16.
En el “nuevo orden mundial” de Dios, los gentiles no solo se unirían al pueblo de Dios, sino además estarían en pie de igualdad con los judíos en una comunidad combinada de fe que sería un “real sacerdocio”. Por lo tanto, la distinción entre judíos y gentiles se volvería prácticamente irrelevante.
¿Cuándo se cumplió esta profecía de Isaías?
Pablo, el misionero a los gentiles, proclamó: “Ya no hay judío ni griego [...] porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gál. 3:28, 29).
Convertirse en herederos de la promesa y, por lo tanto, en un “real sacerdocio” exaltado, no era un mandato para un elitismo arrogante, sino una comisión para unirse a los judíos en la proclamación de “las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9, NVI; comparar con Isa. 66:19).
La exaltación de los gentiles no daba derecho a los judíos para quejarse de que Dios era injusto al darles la misma recompensa. Tampoco daba derecho a los gentiles a tratar a sus hermanos judíos con falta de respeto, así como los obreros contratados en las primeras horas del día tampoco deberían menospreciar a los contratados más tarde (ver Mat. 20:1–16). Pablo escribió a los gentiles: “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas” (Rom. 11:17, 18).
A la luz de la Cruz, a la luz de la comisión evangélica, ¿por qué cualquier clase de elitismo espiritual, étnico o incluso político es tan aborrecible a la vista de Dios? Mírate de cerca. ¿Estás albergando algún sentimiento de superioridad espiritual o étnica? Si es así, ¡arrepiéntete!