“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éxo. 19:4).

PROMESAS, PROMESAS... (ÉXO. 19:8)

jueves 13 mayo, 2021

A primera vista, todo parece estar bien. El Señor libera a su pueblo, le ofrece las promesas del Pacto y ellos aceptan: harán todo lo que el Señor les pida. Es un trato “hecho en el cielo”, ¿verdad?

Lee los siguientes versículos. ¿Qué percepción nos dan sobre la respuesta de Israel al Pacto? Romanos 9:31, 32 Romanos 10:3 Hebreos 4:1, 2

Independientemente de lo que Dios nos pida que hagamos, nuestra relación con él debe basarse en la fe. La fe proporciona la base sobre la cual siguen las obras. Las obras en sí, por más pura que sea su motivación, por más sinceras y cuantiosas que sean, no pueden hacernos aceptables a los ojos de un Dios santo. No pudieron en la época de Israel, ni tampoco lo pueden en la nuestra.

Sin embargo, aunque la Biblia enfatiza las obras vez tras vez, ¿por qué no pueden hacernos aceptables a la vista de Dios? (Ver Isa. 53:6; 64:6; Rom. 3:23.)

Lamentablemente, el pueblo hebreo creía que su obediencia llegaba a ser el medio de su salvación, no el resultado de la salvación. Buscaban justificación en su obediencia a la Ley, no en la justicia de Dios, que viene por la fe. El pacto del Sinaí, aunque contiene un conjunto de instrucciones y leyes mucho más detalladas, fue diseñado como un pacto de gracia, al igual que todos los pactos anteriores. Esta gracia, que se ofrece gratuitamente, produce un cambio de corazón que conduce a la obediencia. Por supuesto que el problema no era su intento de obedecer (el Pacto exigía que obedecieran); el problema era la clase de “obediencia” que ofrecían. Que en realidad no era obediencia, como lo demostró la historia posterior de la nación.

Lee con atención Romanos 10:3, especialmente la última parte. ¿A qué se refiere Pablo allí? ¿Qué pasa con quienes buscan imponer su propia justicia? ¿Por qué ese intento conduce inevitablemente al pecado, la injusticia y la rebelión? Fíjate en nuestra vida. ¿No corremos el peligro de hacer lo mismo?

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