“Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo” (Éxo. 31:16).
LA SEÑAL DEL PACTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 2:2, 3; Éxodo 20:11; 16; Hebreos 4:1–4; Éxodo 31:12–17; Deuteronomio 5:14.
El día de reposo sabático es como un clavo que (¡toc!) con una regularidad inquebrantable nos devuelve cada semana al fundamento de todo lo que somos o podríamos ser. Estamos tan ocupados, corriendo de un lado a otro, gastando dinero, ganando dinero, yendo de aquí para allá, a todas partes; y luego, ¡toc!, llega el sábado y nos reconecta con nuestro fundamento, el punto de partida de todo lo demás, porque algo que no significa nada para nosotros llega a ser fundamental solo porque Dios lo creó.
Con una regularidad incesante y sin excepciones, el sábado aparece silenciosamente en el horizonte y en cada grieta y recodo de nuestra vida. Nos recuerda que cada grieta y recodo pertenece a nuestro Hacedor, aquel que nos puso aquí, aquel que “en el principio” creó los cielos y la Tierra. Un acto que continúa siendo el fundamento irrefutable de toda creencia cristiana, y del que el sábado (¡toc!) es la señal irrefutable, modesta e inconmovible.
Esta semana veremos esta señal en el contexto del pacto del Sinaí.
Reseña de la semana: ¿Dónde tiene su origen el sábado? ¿Qué evidencia prueba que el sábado existió antes del Sinaí? ¿Qué hace que el sábado sea una señal del Pacto tan apropiada?