“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gén. 45:5).

¿PERDONAR Y OLVIDAR?

martes 10 de agosto, 2021

El perdón se ha definido como la disposición a abandonar nuestro derecho al resentimiento, la condena y la venganza hacia un delincuente o un grupo que actúa injustamente. La Dra. Marilyn Armour, terapeuta familiar que trabajó con sobrevivientes del Holocausto con el objetivo de averiguar qué habían hecho estos sobrevivientes para dar un sentido a lo que les sucedió, escribe: “La idea del perdón es un acto intencional de la víctima. No es algo que simplemente suceda”.

El perdón no significa que no habrá consecuencias. El perdón no significa dejar que un abusador continúe con sus patrones abusivos. El perdón significa que entregamos nuestro resentimiento y nuestro deseo de venganza a Dios. Si no, la ira, la amargura, el resentimiento y el odio harán que lo que esa persona o grupo nos hayan hecho resulte aún peor.

¿En qué nos beneficia el perdonar a los demás? Considera Mateo 18:21 al 35.

Sin duda, una de las claves para aprender a perdonar es captar cuánto se nos ha perdonado en Cristo.

En efecto, todo pecado es un pecado en contra de nuestro Señor y Hacedor. Sin embargo, en Jesús, podemos reclamar el perdón total por todos esos pecados; no porque lo merezcamos (no lo merecemos), sino solo por la gracia de Dios hacia nosotros. Una vez que podamos comprender esa verdad sagrada, una vez que podamos hacer nuestro este perdón, una vez que podamos experimentar por nosotros mismos la realidad del perdón de Dios, podremos comenzar a soltar la amargura y perdonar a los demás. Perdonamos no porque los demás lo merezcan, sino porque es lo que hemos recibido de Dios y lo que necesitamos nosotros mismos.

José ofreció también una segunda oportunidad para las relaciones familiares. No hay rencores aquí; no vuelve a las cosas que sucedieron en el pasado.

Es casi imposible comenzar de nuevo en una familia cuando todos nos hemos convertido en expertos en aprender la mejor manera de lastimarnos unos a otros. Pero no es así como reacciona José. Quiere dejar atrás el pasado y seguir adelante con amor y aceptación. Si José hubiera tenido una actitud diferente, esta historia habría tenido un final diferente, no tan feliz.

“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (Rom. 4:7, 8). ¿Qué nos está diciendo Pablo acerca de lo que se nos ha dado en Jesús y cómo esta maravillosa promesa debería impactar en nuestra manera de relacionarnos con aquellos que nos han lastimado?