“Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis” (Lev. 23:3).
EL DESCANSO SABÁTICO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 1:26, 27; 9:6; 2 Pedro 2:19; Romanos 6:1–7; Éxodo 19:6; Juan 5:7–16.
Escuchamos todo tipo de argumentos en contra de guardar el sábado, ¿verdad? Escuchamos de todo, desde que Jesús cambió el sábado al domingo, o que Jesús abolió el sábado, o que Pablo lo hizo, o que los apóstoles reemplazaron el sábado por el domingo en honor a la resurrección, entre otras cosas. En los últimos años, algunos de los argumentos se han vuelto más sofisticados. Estos afirman, por ejemplo, que Jesús es nuestro descanso sabático y, por lo tanto, no necesitamos santificar el sábado ni ningún otro día. Y, por supuesto, siempre existirá el argumento, por extraño que sea, de que al descansar el séptimo día, de alguna manera, buscamos ganarnos el cielo.
Por supuesto, como adventistas del séptimo día entendemos la perpetuidad de la Ley moral de Dios y que la obediencia al cuarto Mandamiento, tal como está escrito, no nos abre camino al cielo así como tampoco nos ganamos el cielo al obedecer el quinto, el sexto, el primero o cualquier otro Mandamiento.
Esta semana analizaremos con más detalle el descanso que Dios nos ha dado en el Mandamiento del sábado y por qué es importante.