“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deut. 6:5).
EL PRIMER MANDAMIENTO
Por mucho que algunos teólogos, por diversas razones, busquen separar el Antiguo Testamento del Nuevo Testamento, no se puede, al menos sin despojar al Nuevo Testamento de su verdadero significado. El Nuevo Testamento, en su revelación de Jesús y sus explicaciones teológicas de su vida, muerte, resurrección y ministerio sumosacerdotal, apunta al cumplimiento de muchas de las profecías y los tipos del Antiguo Testamento. En muchos aspectos, el Antiguo Testamento forma el trasfondo, el contexto, la base del Nuevo Testamento. Ambos testamentos revelan la bondad y el amor de Dios.
Esta es una de las razones por las que, vez tras vez, el Nuevo Testamento, incluso Jesús, cita al Antiguo Testamento.
Lee Marcos 12:28 al 30. ¿Cuál fue la pregunta sobre el “primer mandamiento de todos”? ¿Qué responde Jesús y de dónde obtiene su respuesta?
Es interesante que un escriba, alguien que había dedicado su vida a interpretar la Ley y cómo debía aplicarse, haya hecho esta pregunta. No obstante, por más que entendían que había muchísimas leyes para obedecer (la tradición rabínica posterior las clasificó en 613 mandamientos), no es de extrañar que buscaran sintetizarlo todo en una sola pregunta.
Y ¿qué hace Jesús? Va directamente a Deuteronomio 6, comenzando con el: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4), y luego cita el siguiente versículo también, que indica amar a Dios con todo el co- razón, el alma y las fuerzas. Apuntó a la aseveración clave de que el Señor es su Dios, su único Dios y, sobre la base de esa gran verdad, son llamados a amarlo supremamente.
¿Hay acaso una “Verdad Presente” mayor que este mandamiento? En los últimos días, cuando se desarrollen los acontecimientos finales y todos sean llamados a decidirse por uno u otro bando de una manera muy dramática, los mandamientos de Dios (Apoc. 14:12) jugarán un papel crucial.
En última instancia, el bando que elijamos –incluso de cara a la persecución– se basará en si realmente amamos a Dios o no. Ese es el tema decisivo, y podremos llegar a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas solo cuando lleguemos a conocerlo por nosotros mismos y experimentemos personalmente su bondad, su amor y su gracia. Si es necesario, es algo por lo que valdrá la pena morir.
Si alguien te preguntara: “¿Cómo llegan las personas a amar a un Dios que nunca han visto personalmente?”, ¿qué dirías? Comenten, en clase, sus respuestas.