“Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Deut. 10:19).
“EL EXTRANJERO DENTRO DE TUS PUERTAS”
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 12:29–31; Deuteronomio 10:1–19; Salmo 146:5–10; Mateo 7:12; Deuteronomio 27:19; Santiago 1:27–2:11.
Como leímos la semana pasada, cuando un escriba le preguntó acerca de “el primer mandamiento de todos” (Mar. 12:28), Jesús respondió afirmando que Dios es uno, y luego dijo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Mar. 12:30).
Sin embargo, Jesús prosiguió, y expresó algo sobre lo que el escriba no había preguntado: el segundo Mandamiento. Sabiendo lo importante que era, Jesús dijo: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mar. 12:31).
¿Ningún mandamiento mayor que estos? Jesús conectó el amor a Dios y el amor al prójimo en un solo mandamiento, y ese mandamiento era el mayor de todos.
Una vez más, Jesús no inventó algo nuevo, algo que los judíos no habían escuchado antes. El llamado a amar a Dios por sobre todo y la idea de amar al prójimo y de amar a los demás como una forma de expresar nuestro amor a Dios fueron tomados del libro de Deuteronomio.