“Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día” (Deut. 10:15).

EL LIBRO DE LA LEY

domingo 5 de diciembre, 2021

El rey Josías, de Judá, que tenía ocho años cuando se convirtió en rey, reinó 31 años (640 a.C.-609 a.C.) antes de su muerte en el campo de batalla. En el año 18 de su reinado, sucedió algo que, al menos por un tiempo, cambió la historia del pueblo de Dios.

Lee 2 Reyes 22. ¿Qué lecciones podemos aprender de este incidente?

Los eruditos han llegado a la conclusión de que el “libro de la ley” (2 Rey. 22:8) era Deuteronomio, que aparentemente se había perdido para el pueblo durante muchos años.

“Josías se conmovió hondamente al oír por primera vez leer las exhortaciones y las amonestaciones registradas en ese antiguo manuscrito. Nunca antes había comprendido tan claramente la sencillez con que Dios había presentado a Israel ‘la vida y la muerte, la bendición y la maldición’ (Deut. 30:19) [...]. En el libro abundaban las promesas referentes a la buena voluntad de Dios para salvar hasta lo sumo a los que confiasen plenamente en él. Así como había obrado al librarlos de la servidumbre en Egipto, quería obrar poderosamente para establecerlos en la Tierra Prometida y colocarlos a la cabeza de las naciones de la Tierra” (PR 290).

En el capítulo siguiente, podemos ver cuán seriamente el rey Josías procuró guardar “sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma” (2 Rey. 23:3; ver también Deut. 4:29; 6:5; 10:12; 11:13). Y esta reforma incluyó una limpieza y una purificación de “todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la casa de Jehová” (2 Rey. 23:24).

Deuteronomio estaba lleno de advertencias y amonestaciones en contra de seguir las prácticas de las naciones que los rodeaban. Los actos de Josías, y todas las cosas que hizo, que incluyeron la ejecución de los sacerdotes idólatras de Samaria (2 Rey. 23:20), revelaron cuán lejos se habían desviado de la verdad que se les había confiado. En lugar de seguir siendo el pueblo santo que se suponía que eran, transigieron con el mundo, aunque a menudo pensaban: Estamos bien con el Señor, gracias.

Qué engaño más peligroso.

¿Qué cosas podríamos necesitar purgar a fondo en nuestra casa o nuestra iglesia para poder servir verdaderamente al Señor con todo nuestro corazón y alma?