“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Heb. 8:6).

NUEVO Y RENOVADO

lunes 14 de febrero, 2022

Compara Hebreos 8:10 al 12 con Deuteronomio 6:4 al 6; 30:11 al 14; y Jeremías 31:31 al 34. ¿Qué nos enseña esto sobre la naturaleza del Nuevo Pacto?

La promesa del Nuevo Pacto en Hebreos se basa en Jeremías. De hecho, según Jeremías, la promesa anuncia la renovación del pacto que Dios había hecho en principio con Israel mediante Moisés (Jer. 31:31-34). Por ende, se podría argumentar que Jeremías 31 no hablaba estrictamente de un “nuevo” pacto, sino de una “renovación” del pacto original con Israel. Por cierto, la palabra hebrea para “nuevo”, jadash, podría abrazar los sentidos de “nuevo” y de “renovado”.

El problema con el Antiguo Pacto era que el pueblo lo infringió (Heb. 8:8, 9). El Pacto no era defectuoso, sino el pueblo. Si Israel hubiera visto a través de los símbolos la venida del Mesías y hubiera puesto su fe en él, el Pacto no se habría quebrantado. Sin embargo, a decir verdad, hubo muchos creyentes a lo largo de la historia israelita en quienes se cumplieron los propósitos del Pacto y que tenían la Ley en el corazón (Sal. 37:31; 40:8; 119:11; Isa. 51:7).

Si bien el Nuevo Pacto es una renovación del Antiguo Pacto, en cierto sentido es –en realidad– nuevo. La promesa de Jeremías de un “nuevo pacto” no se limitaba a imaginar una renovación de las condiciones que existían antes del Exilio, que se habían quebrantado y renovado varias veces porque la nación había caído varias veces en apostasía. Y eso se debe a que el pueblo simplemente no estaba dispuesto a cumplir con su parte del pacto con Dios (Jer. 13:23).

Por lo tanto, Dios prometió hacer “una cosa nueva” (Jer. 31:22). El Pacto no sería como el pacto que Dios había hecho “con sus padres” (Jer. 31:32). Debido a la infidelidad del pueblo, las promesas que Dios hizo bajo el pacto mosaico nunca se cumplieron. Ahora, en virtud de la garantía dada por el Hijo (Heb. 7:22), Dios cumpliría los propósitos de su Pacto. Dios no cambió su Ley ni rebajó sus normas; sino que envió a su Hijo como garantía de las promesas del Pacto (Heb. 7:22; 6:18-20). Por eso, este pacto no tiene maldiciones. Solo tiene bendiciones porque Jesús lo cumplió a la perfección.

Lee 2 Timoteo 2:13. ¿Qué podemos aprender de la fidelidad de Dios con su pueblo y sus planes al considerar nuestras relaciones con los demás y nuestros planes?