“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Heb. 8:6).
JESÚS, EL MEDIADOR DEL NUEVO PACTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 7:11–19; 8:10–12; Jeremías 31:31–34; Hebreos 8:1–6; Éxodo 24:1–8; Ezequiel 36:26, 27.
Al vivir una vida perfecta, y luego al morir en nuestro lugar, Jesús hizo de Mediador de un pacto nuevo y mejor entre nosotros y Dios. Mediante su muerte, Jesús canceló la pena de muerte que exigían nuestras transgresiones e hizo posible el Nuevo Pacto.
Esta verdad se explica en Hebreos 10:5 al 10, que reconoce que Jesús manifestó la obediencia perfecta requerida por el Pacto. Hace referencia al Salmo 40, que originalmente expresa el deseo de David de rendirle total obediencia a Dios: “He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Sal. 40:7, 8). Este salmo expresó la condición del pacto de Dios con Israel: una obediencia que era un deleite y una ley que estaba escrita en el corazón (Deut. 6:4-6). Pero, lo que para David fue solo un deseo, en Jesús es un hecho.
Para Pablo, este salmo adquirió un significado especial con la encarnación de Jesús. Él encarnó la obediencia del Nuevo Pacto. Él es nuestro Ejemplo. Somos salvos, no solo a causa de su muerte, sino también por su obediencia perfecta.