“Permanezca el amor fraternal” (Heb. 13:1).
CUIDAR AL PUEBLO DE DIOS
Lee Hebreos 13:1 y 2; Romanos 12:13; 1 Timoteo 3:2; Tito 1:8; y 1 Pedro 4:9. ¿Qué papel desempeñaba la hospitalidad en la iglesia primitiva?
El cristianismo era un movimiento en tránsito, que a menudo dependía de la hospitalidad de cristianos y de no cristianos. El mandato “no se olviden de [...] la hospitalidad” (NVI) probablemente no se refiera simplemente a no pensar en hospedar a alguien, sino a la negligencia deliberada.
Pablo no tiene en mente la hospitalidad solo para los hermanos en la fe. Les recuerda a sus lectores que, al recibir a extraños, algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles (Heb. 13:2). Probablemente tenía en mente la visita de los tres hombres a Abraham y Sara (Gén. 18:2-15). Ofrecer hospitalidad implica compartir posesiones con otra persona y sufrir con otros, que es lo que Jesús hizo por nosotros (Heb. 2:10-18).
El amor fraternal hacia los presos implicaba no solo que los creyentes recordaran a los prisioneros en sus oraciones, sino también que les brindaran alivio mediante el apoyo material y emocional. Existía el riesgo de negligencia intencional hacia los presos. Quienes brindaban apoyo material y emocional a los condenados por la sociedad se identificaban con ellos. En cierto sentido, llegaban a ser “socios” de ellos y se volvían vulnerables al abuso social (Heb. 10:32–34).
La exhortación de Pablo utiliza imágenes y terminología para animar a los lectores en lo que respecta a los presos. En primer lugar, el autor recuerda el apoyo de los mismos lectores a sus hermanos encarcelados en el pasado. Se habían vuelto “compañeros” de quienes habían sido “expuestos públicamente a las burlas y las aflicciones” (Heb. 10:33, RVC). En segundo lugar, el término “maltratados” se hace eco del ejemplo de Moisés, que eligió “antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Heb. 11:25). Finalmente, Pablo registra el ideal del amor fraternal. Les recuerda a los lectores: “también [...] estáis en el cuerpo” (Heb. 13:3). Es decir, comparten la misma condición humana, y deberían tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos si estuvieran en las mismas circunstancias. Por consiguiente, la gente debe brindar apoyo material y emocional también a los presos, mostrándoles que no fueron abandonados.
¿Qué más podemos hacer por los que están en prisión, sean miembros de iglesia o no?