“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1).
EL DIOS DE LA CREACIÓN
Lee Salmo 100:1 al 3. ¿Cuál es la respuesta humana al Dios de la Creación y por qué?
En Génesis 1, el primer mensaje del relato de la Creación es “Dios”. Ya lo escuchamos en la traducción: “En el principio creó Dios” (Gén. 1:1). En la primera línea (Gén. 1:1), la palabra “Dios” se ubica en el medio del versículo y la destaca el acento más fuerte en el canto litúrgico tradicional, para enfatizar la importancia de Dios. Así que, el texto de la Creación comienza con un énfasis en Dios, el Autor de la Creación.
A decir verdad, el libro del Génesis comienza con dos presentaciones diferentes de Dios. El primer relato de la Creación (Gén. 1:1–2:4) presenta a Dios como infinitamente alejado de la humanidad, el Dios trascendente, Elohim, cuyo nombre habla de la supremacía de Dios. El nombre Elohim denota preeminencia y fuerza, y el uso de la forma plural de la palabra Elohim expresa la idea de majestad y trascendencia.
El segundo relato de la Creación (Gén. 2:4-25) presenta a Dios como cercano y personal, el Dios inmanente, YHWH, cuyo nombre muchos creen que denota cercanía y relación. Por ende, el texto de la Creación en su conjunto es un llamado implícito a adorar a Dios; en primer lugar, a ser conscientes de la grandeza y el poder infinitos de Dios, y al mismo tiempo reconocer nuestra dependencia de él porque él nos creó, “y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100:3). Por eso, muchos de los Salmos a menudo asocian la adoración con la Creación (Sal. 95:1–6; 139:13, 14 [comparar con Apoc. 14:7]).
Esta doble visión de un Dios que es majestuoso y poderoso, y a la vez también es cercano, amoroso y tiene un vínculo con nosotros, contiene un aspecto importante sobre cómo debemos dirigirnos a Dios al adorarlo. El sobrecogimiento y la reverencia van de la mano con el gozo y la seguridad de la proximidad, el perdón y el amor de Dios (ver Sal. 2:11). Incluso la secuencia de las dos presentaciones de Dios es notable: la experiencia de la proximidad de Dios y la intimidad de su presencia viene a continuación de la experiencia de la distancia de Dios. Solo cuando nos hayamos dado cuenta de que Dios es grande, podremos apreciar su gracia y disfrutar, estremecidos, de su maravillosa y amorosa presencia en nuestra vida.
Medita sobre el vasto poder de Dios, que sostiene el cosmos y, no obstante, puede estar tan cerca de cada uno de nosotros. ¿Por qué esta verdad es tan asombrosa?