“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:37).
EL SUCESO DEL DILUVIO
El verbo ‘asá, “hacer”, que alude a las acciones de Noé, también es una palabra clave en el relato de la Creación del Génesis (Gén. 1:7, 16, 25, 26, 31; 2:2). Los actos de obediencia de Noé son como los actos de creación de Dios. Lo que podemos deducir de este nexo es que el Diluvio no es solo cuestión de que Dios castigue a la humanidad, sino también de que Dios nos salve.
Lee Génesis 7. ¿Por qué la descripción del Diluvio nos recuerda el relato de la Creación? ¿Qué lecciones podemos aprender de los paralelismos entre los dos acontecimientos?
Una lectura atenta del texto que abarca el Diluvio revela el uso de muchas palabras y expresiones comunes con la historia de la Creación: “siete” (Gén. 7:2, 3, 4, 10; comparar con Gén. 2:1-3); “macho y hembra” (Gén. 7:2, 3, 9, 16; comparar con Gén. 1:27, JBS); “según sus especies” (Gén. 7:14; comparar con Gén. 1:11, 12, 21, 24, 25); “bestias”, “aves”, “reptiles” (ver Gén. 7:8, 14, 21, 23; comparar con Gén. 1:24, 25); y “aliento de espíritu de vida” (Gén. 7:15, 22; comparar con Gén. 2:7).
Por ende, la historia del Diluvio se lee algo así como la historia de la Creación. Estos ecos de los relatos de la Creación ayudan a revelar que el Dios que crea es el mismo Dios que destruye (Deut. 32:39). Pero estos ecos también transmiten un mensaje de esperanza: el Diluvio está destinado a ser una nueva Creación, a partir de las aguas, lo que lleva a una nueva existencia.
El movimiento de las aguas muestra que este suceso de creación, de hecho, revierte el acto de creación de Génesis 1. En contraste con Génesis 1, que describe una separación de las aguas de arriba de las aguas de abajo (Gén. 1:7), el Diluvio supone su reunificación cuando estas explotan más allá de sus confines (Gén. 7:11).
Este proceso transmite un mensaje paradójico: Dios primero tiene que destruir lo que existe para dar cabida a una nueva Creación posterior. La creación de la Tierra Nueva requiere la destrucción de la antigua. El suceso del Diluvio prefigura la futura salvación del mundo en el tiempo del fin: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apoc. 21:1; comparar con Isa. 65:17).
¿Qué hay en nosotros que necesita ser destruido para dar paso a una nueva creación? (Ver Rom. 6:1–6.)