“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:37).
EL PACTO: PRIMERA PARTE
Ahora es el momento en que habría de cumplirse el pacto prometido. “Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo” (Gén. 6:18). En contraste con la advertencia divina de destrucción (Gén. 6:17), este pacto es la promesa de vida.
Lee Génesis 8:20. ¿Qué fue lo primero que hizo Noé cuando salió del arca, y por qué?
Al igual que Adán y Eva, quienes seguramente adoraron a Dios el sábado inmediatamente después de los seis días de la Creación, Noé adoró a Dios inmediatamente después del Diluvio, otro suceso de creación en todo el sentido de la palabra. Sin embargo, existe una diferencia entre los dos actos de adoración. A diferencia de Adán y de Eva, quienes adoraban al Señor directamente, Noé tuvo que recurrir a un sacrificio. Esta es la primera mención en las Escrituras de un altar. El sacrificio es un “holocausto” (‘olá), el sacrificio más antiguo y frecuente. Para Noé, este sacrificio era una ofrenda de acción de gracias (comparar con Núm. 15:1-11), ofrecida para expresar su agradecimiento al Creador, quien lo había salvado.
Lee Génesis 9:2 al 4. El Diluvio, ¿cómo afectó la dieta humana? ¿Cuál es el principio que está detrás de las restricciones de Dios?
Debido al efecto del Diluvio, los alimentos vegetales ya no estaban disponibles, como solían estarlo. Por lo tanto, Dios permitió que los seres humanos comieran carne animal. Este cambio de dieta generó un cambio en la relación entre los seres humanos y los animales, en contraste con la que habían tenido desde la Creación original. En el relato de la Creación, los seres humanos y los animales compartían la misma dieta vegetal y no representaban una amenaza mutua. En el mundo posdiluviano, la matanza de animales para comer implicaba una relación de temor e intimidación (Gén. 9:2). Una vez que comenzaron a comerse entre sí, los seres humanos y los animales sin duda desarrollaron una relación bastante diferente de la que habían disfrutado en el Edén.
Sin embargo, la tolerancia de Dios tenía dos restricciones. En primer lugar, no todos los animales eran aptos como alimento. La primera restricción estaba implícita en la distinción entre animales “limpios e inmundos”, que era parte del orden de la Creación (ver Gén. 8:19, 20; comparar con Gén. 1:21, 24). La segunda era explícita y nueva, y era abstenerse de consumir sangre, porque la vida está en la sangre (Gén. 9:4).