“Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra” (Gén. 11:9).
UNA SOLA LENGUA
Lee Génesis 11:1 al 4. ¿Por qué la gente de “toda la tierra” estaba tan ansiosa por lograr la unidad?
La frase “toda la tierra” se refiere a una pequeña cantidad de personas, las que vivían después del Diluvio. La razón de esta reunión se indica claramente: quieren construir una torre para llegar al cielo (Gén. 11:4). De hecho, su verdadera intención es ocupar el lugar de Dios mismo, el Creador. Es de notar que la descripción de las intenciones y las acciones de la gente imita las intenciones y las acciones de Dios en el relato de la Creación: “dijeron” (Gén. 11:3, 4; comparar con Gén. 1:6, 9, 14, etc.); “hagamos” (Gén. 11:3, 4; comparar con Gén. 1:26). Su intención se declara explícitamente: “Hagámonos un nombre” (Gén. 11:4), una expresión que utiliza Dios exclusivamente (Isa. 63:12, 14).
En síntesis, los constructores de la torre de Babel albergaban la ambición equivocada de reemplazar a Dios, el Creador. (Sabemos quién inspiró eso, ¿verdad? Ver Isa. 14:14.) El recuerdo del Diluvio seguramente debió de haber desempeñado una función en ese proyecto. Construyeron una torre alta para sobrevivir a otra inundación; si venía otra, a pesar de la promesa de Dios en sentido contrario. El recuerdo del Diluvio se ha conservado en la tradición babilónica, aunque distorsionada, en relación con la construcción de la ciudad de Babel (Babilonia). Por cierto, este esfuerzo ascendente por alcanzar el cielo y usurpar a Dios caracterizará el espíritu de Babilonia.
Por eso, la historia de la torre de Babel también es una temática tan importante en el libro de Daniel. La referencia a Sinar, que introduce la historia de la torre de Babel (Gén. 11:2), reaparece al comienzo del libro de Daniel, para designar el lugar donde Nabucodonosor ha llevado los utensilios del Templo de Jerusalén (Dan. 1:2). Entre muchos otros pasajes del libro, el episodio de Nabucodonosor al erigir la estatua de oro, probablemente en el mismo lugar, en la misma “llanura”, es el más ilustrativo de esta tesitura. En sus visiones del tiempo del fin, Daniel ve la misma coyuntura cuando las naciones de la Tierra se reúnen para lograr la unidad contra Dios (Dan. 2:43; 11:43–45; comparar con Apoc. 16:15, 16); aunque este intento fracasa, al igual que el de Babel.
Un famoso escritor francés secular del siglo pasado dijo que el gran propósito de la humanidad era tratar de “ser Dios”. ¿Por qué nos sentimos atraídos por esta peligrosa mentira, ya desde Eva en el Edén (Gén. 3:5)?