“Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Gén. 32:28).
LA VIOLACIÓN DE DINA
Ahora que Jacob se ha reconciliado con su hermano, quiere establecerse en la tierra de Canaán en paz. La palabra shalem, “sano y salvo” (Gén. 33:18), proveniente de la palabra shalom, “paz”, por primera vez califica su viaje.
Después de haber comprado un terreno a los habitantes (Gén. 33:19), erige un altar allí, lo que muestra su fe y su comprensión de cuán dependiente es realmente del Señor. Porque en cada uno de los sacrificios ofrecidos había un acto de adoración.
Sin embargo, por primera vez en su vida, Jacob-Israel está expuesto a los problemas de establecerse en la tierra. Al igual que Isaac en Gerar con Abimelec (Gén. 26:1-33), Jacob trata de encontrar cabida con los cananeos.
Lee Génesis 34. ¿Qué sucedió que trastornó sus planes de una existencia pacífica?
La historia de este sórdido incidente pone de relieve la ambigüedad de los personajes y de su accionar. Al sensual Siquem, que abusa de Dina, también se lo define como sincero y enamorado de Dina, y alguien que intenta hacer las paces. Incluso está dispuesto a someterse al rito del pacto de la circuncisión.
Mientras tanto, Simeón y Leví, que se presentan como los defensores de Dios y sus mandamientos y de su hermana, y que resisten los matrimonios mixtos con los cananeos (Lev. 19:29), recurren a la mentira y el engaño (Gén. 34:13) y están listos para matar y saquear (Gén. 34:25-27). Sus acciones no solo eran reprobables (¿por qué no castigar al único hombre que lo había hecho?), sino además tenían el potencial de causar muchos más problemas.
En cuanto a Jacob, solo le preocupa la paz. Cuando le informan sobre la violación de su hija, no dice nada (Gén. 34:5). Sin embargo, después de enterarse de lo que habían hecho sus hijos, los reprende abiertamente por las consecuencias que podría haber: “Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa” (Gén. 34:30).
En estos relatos, una y otra vez vemos engaño y decepción, así como también actos de bondad y gracia. ¿Qué nos dice esto sobre la naturaleza humana?