“Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador” (Gén. 37:19).
LOS SUEÑOS DE FARAÓN
Lee Génesis 40:1 a 41:36. ¿Qué relación tienen los sueños del faraón con los sueños de los oficiales? ¿Cuál es el significado de este paralelismo?
El carácter providencial de los acontecimientos continúa. Con el tiempo, José queda a cargo de los prisioneros, dos de los cuales resultan ser exoficiales del faraón, un copero y un panadero (Gén. 41:9-11). Ambos están preocupados por un sueño que no pueden entender, porque “no hay quien lo interprete” (Gén. 40:8). José, entonces, interpreta sus respectivos sueños.
A semejanza de los sueños de los dos oficiales, el faraón también tiene dos sueños que nadie puede interpretar (Gén. 41:1-8). En ese momento, el copero recuerda providencialmente a José y se lo recomienda al faraón (Gén. 41:9-13).
Además, a semejanza de los otros sueños, el faraón, como los oficiales, está turbado, y como ellos, revela sus sueños (Gén. 41:14-24), y José los interpreta. Al igual que los sueños de los oficiales, los sueños del faraón muestran paralelismos de símbolos: las dos series de siete vacas (gordas y demacradas), así como las dos series de espigas (gruesas y delgadas), representan dos series de años buenos y malos. Las siete vacas son un paralelo de las siete espigas, y repiten el mismo mensaje; una evidencia de su origen divino, al igual que los sueños de José (Gén. 41:32; comparar con Gén. 37:9).
Aunque José es quien interpretó el sueño al faraón, José se asegura de que el faraón sepa que fue Dios, ’Elohim, quien le mostró al rey las cosas que el Señor iba a hacer (Gén. 41:25, 28). También parece que el faraón entendió el mensaje porque, cuando decidió nombrar a alguien para que estuviera a cargo de la tierra, su argumento fue el siguiente: “Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú” (Gén. 41:39, 40).
Qué fascinante: Gracias a Dios, José pasa de gobernar la casa de Potifar a gobernar la prisión, y luego a gobernar todo Egipto. Qué historia tan poderosa acerca de cómo, incluso en medio de circunstancias que parecen terribles, se revelan las providencias de Dios.
¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios y aferrarnos a sus promesas cuando los eventos no parecen para nada providenciales y, en efecto, Dios parece callar?