“Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto” (Gén. 41:41).

JOSÉ CONFRONTA A SUS HERMANOS

lunes 13 de junio, 2022

Lee Génesis 42. ¿Qué sucedió aquí y cómo revela la providencia de Dios, a pesar de la maldad y la mala conducta humanas?

El hambre obliga a Jacob a enviar a sus hijos a Egipto para comprar grano. Irónicamente, es Jacob quien inicia el proyecto (Gen 42:1). El desafortunado anciano, víctima de circunstancias que escapan a su control, sin saberlo pone en marcha una asombrosa cadena de acontecimientos que lo llevarán a reencontrarse con el hijo por el que tanto tiempo había guardado luto.

El carácter providencial de este encuentro se evidencia mediante dos símbolos fundamentales. En primer lugar, se ve como un cumplimiento de los sueños de José. El acontecimiento, predicho en los sueños proféticos de José: “vuestros manojos [...] se inclinaban al mío” (Gén. 37:7), está ocurriendo ahora. José es identificado como “el gobernador del país” (Gén. 42:6, NVI) y “el señor de la tierra” (Gén. 42:30, 33). La poderosa posición de José contrasta con la de sus hermanos necesitados, quienes “se inclinaron a él rostro a tierra” (Gén. 42:6); los mismos diez hermanos que se burlaron de José acerca de su sueño y dudaron de su cumplimiento (Gén. 37:8).

En segundo lugar, este encuentro providencial se describe como una respuesta. Los ecos lingüísticos y temáticos entre los dos acontecimientos fundamentan el papel de la retribución justa. La frase “decían el uno al otro” (Gén. 42:21) también se usó cuando comenzaron a conspirar contra José (Gén. 37:19). La permanencia de los hermanos en prisión (Gén. 42:17) se hace eco de la permanencia de José en prisión (Gén. 40:3, 4). De hecho, los hermanos de José relacionan lo que les está sucediendo en ese momento con lo que le hicieron a su hermano unos veinte años atrás. “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia” (Gén. 42:21).

Las palabras de Rubén “se nos demanda su sangre” (Gén. 42:22), que reflejan su advertencia anterior, “no derraméis sangre” (Gén. 37:22), refuerzan la vinculación entre lo que ahora enfrentaban y lo que habían hecho.

La mayoría de nosotros, sin duda, hemos hecho cosas que lamentamos. ¿Cómo podemos, en la medida de lo posible, compensar lo que hemos hecho? Además, ¿por qué es tan básico que aceptemos las promesas de perdón de Dios por medio de Jesús (ver Rom. 5:7-11)?