“Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto” (Gén. 41:41).
JOSÉ, PRÍNCIPE DE EGIPTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 41:37–46; 1 Reyes 3:12; Génesis 42; Romanos 5:7–11; Génesis 43; 44; 45.
José es ahora autoridad de Egipto, y sus propios hermanos se postrarán ante él sin saber quién es (Gén. 42). Los hermanos de José se humillarán cuando José los obligue a regresar con Benjamín (Gén. 43) y, cuando la seguridad de Benjamín se vea amenazada, a su entender (Gén. 44), suplicarán gracia ante este hombre poderoso, a quien ven “como Faraón”. Al final, cuando José revele su identidad, comprenderán que, a pesar de lo que habían hecho, Dios había sacado algo bueno de todo esto.
Curiosamente, toda la secuencia de eventos que sigue, que se suponía que tendría que ser sobre el éxito de José, trata más del arrepentimiento de sus hermanos. Los viajes de ida y vuelta desde José hasta su padre, y los obstáculos que encuentran, los hicieron recordar sus actos malvados hacia José y su padre, y se dieron cuenta de su iniquidad para con Dios. Los hermanos de José viven toda esa experiencia como un juicio divino. Y, sin embargo, el conmovedor final, que hace llorar y alegrar a todos, también contiene un mensaje de perdón para ellos, a pesar de sus injustificables actos de maldad.