“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46).

EL DIOS CRUCIFICADO

miércoles 21 de septiembre, 2022

La muerte por crucifixión era uno de los castigos más duros que los romanos imponían sobre una persona. Se la consideraba la peor forma de morir. Por lo tanto, ¡qué horror era que alguien muriera de esa manera, y especialmente el Hijo de Dios! Siempre debemos recordar que Jesús vino en carne humana como la nuestra. Entre los golpes, los azotes, los clavos en sus manos y sus pies y el peso abrumador de su propio cuerpo que desgarraba las heridas, el dolor físico debió haber sido insoportable. Esto era duro incluso para los peores criminales; qué injusto, entonces, que Jesús, inocente de todo, enfrentara semejante destino.

Sin embargo, como sabemos, los sufrimientos físicos de Cristo fueron leves en contraste con lo que realmente estaba sucediendo. Esto fue más que el asesinato de un hombre inocente.

¿Qué acontecimientos cercanos a la muerte de Jesús mostraron que lo que sucedía era más de lo que la mayoría entendía en ese momento? ¿Qué sentido podemos encontrar en cada uno de estos eventos que evidencie lo que sucedió allí?

Mat. 27:45

Mat. 27:51, 52

Mar. 15:38

Evidentemente, lo que estaba sucediendo era mucho más que solo la muerte, por injusta que fuera, de un hombre inocente. Según las Escrituras, la ira de Dios contra el pecado, nuestro pecado, se derramó sobre Jesús. Jesús en la Cruz sufrió la justa indignación de un Dios justo contra el pecado, los pecados de todo el mundo. Como tal, Jesús sufrió algo más profundo, más tenebroso y doloroso de lo que cualquier ser humano podría conocer o experimentar alguna vez.

Al atravesar las luchas que enfrentas, ¿qué esperanza y consuelo puedes obtener de la realidad del sufrimiento de Cristo por ti en la Cruz?