“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito [...] pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:17, 19).
“LOS QUE DUERMEN EN EL POLVO”
Como veremos, el Nuevo Testamento habla mucho de la resurrección de los muertos; y, como ya vimos, la idea de la resurrección también aparece en el Antiguo Testamento. Esta gente, en tiempos del Antiguo Testamento, ya tenía la misma esperanza de la resurrección final que nosotros tenemos. Marta, que vivió en la época de Jesús, ya tenía esta esperanza (Juan 11:24). Sin duda, en ese entonces los judíos tenían cierto conocimiento de la resurrección de los últimos días; aunque no todos creían en esto. (Ver Hech. 23:8.)
Lee Daniel 12. ¿Qué esperanza de resurrección encontramos aquí, en los escritos de este gran profeta?
Daniel 12:1 se refiere a Miguel, “el gran príncipe”, cuya identificación ha sido muy controvertida. Como cada una de las grandes visiones del libro de Daniel culmina con la manifestación de Cristo y su Reino, lo mismo debería ocurrir con respecto a este pasaje específico. En el libro de Daniel encontramos alusiones al mismo Ser divino como “el príncipe de los ejércitos” (Dan. 8:11), “el Príncipe de los príncipes” (Dan. 8:25), “el Mesías Príncipe” (Dan. 9:25), y finalmente como “Miguel, el gran príncipe” (Dan. 12:1). Por lo que también debemos identificar a Miguel como Cristo.
Todos los pasajes del Antiguo Testamento considerados hasta ahora (Job 19:25-27; Sal. 49:15; 71:20; Isa. 26:19) hablan de la resurrección de los justos. Pero Daniel 12 habla de una resurrección de justos e injustos. Cuando Miguel se levanta, “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dan. 12:2).
Muchos consideran que este versículo habla de una resurrección especial de algunas personas, tanto fieles como infieles, en la venida de Cristo.
“Los sepulcros se abren y ‘muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua’ (Dan. 12:2). Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel salen glorificados de la tumba y oyen el pacto de paz que Dios hace con los que han guardado su Ley. ‘Los que lo traspasaron’ (Apoc. 1:7), los que se mofaron y se rieron de la agonía del Cristo moribundo, y los oponentes más violentos de su verdad y su pueblo, son resucitados para contemplarlo en su gloria y ver el honor conferido a los fieles y obedientes” (CS 621).