“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apoc. 1:17, 18).
LA VICTORIA DE CRISTO SOBRE LA MUERTE
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 27:62–66; Juan 10:17, 18; Mateo 27:51–53; Juan 20:11–29; 1 Corintios 15:5–8.
La resurrección de Jesús es fundamental para la fe cristiana. Pablo declaró: “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron” (1 Cor. 15:16-18).
Por lo tanto, por más que Pablo destaque la relevancia de la muerte de Cristo (ver 1 Cor. 2:2), esta realmente no nos sirve de nada sin la resurrección. Así de trascendente es la resurrección de Jesús para toda la fe cristiana y el plan de salvación.
Sin embargo, es difícil entender por qué razón la resurrección de Cristo, y con ella nuestra resurrección, son tan importantes si, como muchos creen, los muertos en Cristo ya disfrutan de la dicha celestial ya que se han “ido a casa para estar con el Señor”.
Al margen de todo eso, esta semana consideraremos la resurrección de Cristo y todas las contundentes evidencias que él nos dio para creer en ella.