“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10).

LA SEGUNDA MUERTE

jueves 22 de diciembre, 2022

Dios está guiando la historia humana hacia su punto culminante en el tiempo del fin. Al final del milenio, todos los impíos muertos resucitarán de sus tumbas para recibir su sentencia punitiva final (Apoc. 20:5, 11-15). Entonces, cuando se termine todo el proceso de juzgar y no se le pueda agregar nada más, los malvados reconocerán la justicia de Dios. “En vista de todos los hechos del gran conflicto, todo el universo, tanto los justos como los rebeldes, declaran al unísono: ‘¡Justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!’” Y el mismo Satanás “se inclina y reconoce la justicia de su sentencia” (CS 651).

Lee Malaquías 4:1; Apocalipsis 20:14 y 15; y Apocalipsis 21:8. ¿Cuán efectivos serán el “lago de fuego” y la “muerte segunda”?

La destrucción final de Satanás y sus ángeles y de todos los impíos limpiará el universo del pecado y sus consecuencias. Con todo, incluso la destrucción final de los malvados es un acto del amor de Dios, no solo para los santos, sino también para los mismos impíos. Ellos preferirían morir antes que vivir en la presencia de Dios, quien es un “fuego consumidor” para el pecado (Heb. 12:29).

Los perdidos “ansiarían huir de ese santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriese de la faz del Ser que murió para redimirlos. El destino de los malos queda determinado por la propia elección de ellos. Su exclusión del cielo es un acto de su propia voluntad, y un acto de justicia y misericordia por parte de Dios” (CS 531).

Por lo tanto, la aniquilación final del pecado y los pecadores (en contraste con la teoría no bíblica de sus sufrimientos eternos en el infierno) establece un castigo justo y proporcional por la maldad que haya cometido la gente. También confirma que el pecado tuvo un comienzo y tendrá un final. Entonces el universo entero volverá a su perfección original, antes de que el pecado, el mal y la desobediencia surgieran misteriosamente y sin ninguna justificación.

Alabado sea el Señor porque él, como nuestro “juez justo” (2 Tim. 4:8), tomará la justa decisión de conceder inmortalidad a los justos y destrucción eterna a los impíos.

¿Qué tiene de malo la idea de que Dios finalmente salva a todos? ¿Por qué es tan mala esa idea?