“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5).
UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA
Para algunos seguidores de la filosofía griega, la idea de que algo sea físico significa que es malo. Por eso, para ellos es inconcebible pensar en un cielo real con personas reales en el futuro. En este pensamiento, para que sea cielo y para que sea bueno, debe haber un estado puramente espiritual, libre de las manchas que se encuentran en este mundo físico. Afirman que si algo es material no puede ser espiritual; y si algo es espiritual no puede ser material. En cambio, la Biblia habla del cielo en términos concretos, pero sin las limitaciones que impone la presencia del pecado.
Lee Isaías 65:17 al 25; 66:22 y 23; 2 Pedro 3:13; y Apocalipsis 21:1 al 5. ¿Cuál es el mensaje primordial de estos pasajes?
El libro de Isaías brinda vislumbres interesantes sobre cómo habría sido la Tierra si Israel, como nación, hubiera permanecido fiel a su pacto con Dios (Isa. 65:17–25; 66:22, 23; comparar con Deut. 28). Todo el entorno, con sus diversas expresiones de vida, habría crecido cada vez más hacia el plan original de Dios, es decir, previo a la entrada del pecado.
Sin embargo, ese plan no se materializó de la manera esperada. Luego se estableció un nuevo plan, pero ahora por medio de la iglesia, compuesta por judíos y gentiles de todas las naciones (Mat. 28:18–20; 1 Ped. 2:9). Por lo tanto, debemos releer las profecías de Isaías desde la perspectiva de la iglesia (2 Ped. 3:13; Apoc. 21:1–5).
“En la Biblia se llama a la herencia de los bienaventurados ‘una patria’ (Heb. 11:14-16). Allí el Pastor divino conduce a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para utilidad de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las vastas planicies alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar” (CS 654).
Muchos autores seculares que no tienen la esperanza de la Eternidad como la presentan las Escrituras, han lamentado la falta de sentido de la existencia humana. Aunque están equivocados en cuento al futuro, ¿por qué es difícil alegar en contra de su argumento sobre el sinsentido de la vida sin una esperanza futura? Presenta tu respuesta a la clase el sábado.