“Decía a gran voz: ‘¡Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adoren al que hizo el Cielo y la Tierra, el mar y las fuentes de las aguas’ ” (Apoc. 14:7).
LA MISERICORDIA Y EL JUICIO DE DIOS
La Cruz y el Juicio revelan que Dios es justo y misericordioso. La transgresión de la Ley exige la muerte del pecador. La justicia declara: “La paga del pecado es la muerte”. La misericordia responde: “El don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23). Si la Ley de Dios pudiera haberse cambiado o abolido, o abolirse, habría sido totalmente innecesario que Jesús muriera. La muerte de Cristo establece la naturaleza eterna de la Ley, y la Ley es la base del Juicio.
Lee Apocalipsis 20:12. ¿Cómo se nos juzga? ¿Qué relación tienen nuestras buenas obras con nuestra salvación?
Las obras revelan nuestras decisiones y nuestra lealtad a Dios. Según Efesios 2:8 y 9, “por gracia han sido salvados por la fe. [...] No por obras, para que nadie se gloríe”. Pero, cuando Cristo nos salva, él nos cambia. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efe. 2:10).
Nuestras buenas obras, empoderadas por el Espíritu Santo, no nos salvan, pero testifican que nuestra fe es auténtica. El Juicio Final de Dios quita toda pretensión, toda hipocresía, toda falsedad, y penetra hasta el fondo de nuestro ser. Al describir nuestra posición delante de Dios en el Juicio, Elena de White ofrece esta poderosa perspectiva de cómo el evangelio y el Juicio van de la mano.
“El hecho de que los hijos reconocidos de Dios están representados como de pie delante del Señor con ropas inmundas debe inducir a todos los que profesan su nombre a sentir humildad y a escudriñar profundamente su corazón. Los que están de veras purificando su alma y obedeciendo a la verdad, tendrán una muy humilde opinión de sí mismos. Cuanto más de cerca vean el carácter sin mancha de Cristo, mayor será su deseo de ser transformados a su imagen, y menos pureza y santidad verán en sí mismos. Pero, aunque debemos comprender nuestra condición pecaminosa, debemos fiar en Cristo como nuestra justicia, nuestra santificación y redención. No podemos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros. Solo Cristo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor. Él puede hacer callar al acusador con argumentos que no se basan en nuestros méritos, sino en los suyos” (TI 5:446).
¿Cómo percibes, en palabras de Elena de White, que el evangelio es inseparable del Juicio? ¿Qué esperanza puedes inferir de este vínculo entre el evangelio y el Juicio?