“Y hagan esto conociendo el tiempo, que ya es hora de levantarnos del sueño; pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. La noche está muy avanzada; el día casi ha llegado. Desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de luz” (Rom. 13:11, 12).
EL AÑO 1844
Los primeros 490 años de la profecía de los 2.300 años fueron designados especialmente para la nación judía de la antigüedad y para la venida del Mesías. La última parte de los 2.300 años guarda relación con el pueblo de Dios, tanto judío como gentil, junto con la purificación del Santuario celestial y, finalmente, la segunda venida de Cristo.
Los primeros 490 años se aplican al primer advenimiento del Mesías y culminaron en el año 34 d.C. Si le restamos 490 años a los 2.300 años, nos quedan 1.810 años. Esta segunda parte de 1.810 años se aplica al pueblo de Dios. Si comenzamos en el año 34 d.C. y agregamos 1.810 años, llegamos al año 1844 d.C.
A la luz de la purificación o restauración de la verdad acerca del Santuario y el juicio celestial en el tiempo del fin, Dios hace su llamado final a toda la humanidad en Apocalipsis 14:6 y 7 instándola a que responda a su amor, acepte su gracia, y lleve una vida piadosa y de obediencia.
Lee Levítico 16:16. ¿Cuál fue la razón de la purificación del Santuario, y qué nos enseña esto acerca del evangelio?
Debido a los pecados del pueblo, las iniquidades del pueblo, el Santuario tenía que purificarse, y esto solo se llevaba a cabo con la sangre de los animales. Con nosotros sucede igual. Necesitamos un Salvador, cuya vida está simbolizada por los animales sacrificados en el Día de la Expiación, como la única manera de salir airosos del Juicio.
Lee Levítico 23:26 al 29. ¿Qué mandó hacer Dios a su pueblo en ese día de juicio, y qué debería significar eso para nosotros hoy?
Los israelitas debían afligir su alma (Lev. 23:32, RVR1960). Esta expresión indica que debían humillarse y examinar el corazón, confesar los pecados, arrepentirse, y pedir a Dios que los limpie, así como el sumo sacerdote estaba purificando el Santuario terrenal.
Los capítulos proféticos de Daniel 7 al 9 y Apocalipsis 14 se centran especialmente en los llamados urgentes de la hora del Juicio para prepararse. Desde 1844, hemos estado viviendo en la hora del Juicio, y el mensaje de Apocalipsis del primer ángel proclama: “ha llegado la hora de su juicio” (Apoc. 14:7). Entonces, ¿cómo afligimos hoy nuestra alma?