“ ‘Señor y Dios, digno eres de recibir gloria, honra y poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad fueron creadas y existen’ ” (Apoc. 4:11).
UN COMPAÑERO EN LA TRIBULACIÓN
Después de ascender al Cielo (Hech. 1:9), Jesús visitó al último de los apóstoles vivos, Juan, en la isla de Patmos, donde el despiadado emperador romano Domiciano lo había exiliado.
Lee Apocalipsis 1:9. Ver también Mateo 13:21; Hechos 14:22; y Juan 16:33. ¿Cuál es el mensaje aquí para todos los que procuran seguir a Jesús en este mundo?
Aunque alejado del apoyo de su familia, sus amigos y la comunidad cristiana, Juan no estaba solo en las tribulaciones y los problemas que enfrentó como seguidor de Jesús. Su ministerio no había terminado; su testimonio no estaba completo. Un ser angelical con un brillo deslumbrante visitó a Juan en esa isla solitaria y le llevó un mensaje proveniente directamente del Trono de Dios. Este mensaje de Jesús resonaría por los pasillos del tiempo a lo largo de los siglos. Fue un mensaje de esperanza para cada generación, pero especialmente un mensaje destinado a preparar al pueblo de Dios del tiempo del fin para la venida de Jesús. Es un serio mensaje de advertencia, así como un mensaje de ánimo para el tiempo del fin, a medida que nos preparamos para enfrentar las pruebas de los últimos días (o cualquier prueba que puedas estar enfrentando ahora).
Si tú entraras en la cueva donde supuestamente el ángel celestial visitó a Juan presentándole la visión profética de Apocalipsis, inmediatamente notarías estas palabras colocadas en una placa en la entrada que resume todo el libro de Apocalipsis: “‘¡Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adoren al que hizo el Cielo y la Tierra, el mar y las fuentes de las aguas’ ” (Apoc. 14:7).
El tema central del libro de Apocalipsis es la adoración. Fuimos creados como seres de adoración. Cada uno de nosotros adora algo o a alguien. La verdadera adoración, la adoración al Creador, nos permite descubrir el verdadero propósito de la vida. Nos da una razón para vivir. Nos da no solo algo por lo que morir sino, más aún, algo por lo que vivir y, si es necesario, soportar tribulaciones. Y de hecho, a medida que surjan las crisis finales, comprenderemos mejor estas palabras: “ ‘Es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios’ ” (Hech. 14:22).
Si los siervos fieles de Dios, como Juan, enfrentan sufrimientos y tribulaciones, ¿qué nos hace pensar que nosotros no enfrentaremos problemas? (Ver 1 Ped. 4:12-15.)