“Santifícalos en la verdad. Tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
GRACIA PARA LA OBEDIENCIA
La mujer de escarlata y púrpura, montada sobre la bestia cubierta de escarlata, ha hecho circular su copa de vino, y el mundo está embriagado con las falsas doctrinas de Babilonia. Elena de White habla del “vino de Babilonia” en este claro comentario: “¿En qué consiste ese vino? En sus doctrinas falsas. Ha dado al mundo un día de reposo falso en lugar del verdadero del cuarto Mandamiento, y ha repetido la falsedad que Satanás comunicó a Eva en el Edén: la inmortalidad natural del alma” (MS 2:135). Estas enseñanzas erróneas han engañado a millones. Como resultado, Dios está dando a su pueblo, todavía atrincherado en el error, un llamado final para los últimos días.
Lee Apocalipsis 18:4 y 5. ¿Cuál es el llamado de Dios a las multitudes que aún están en organizaciones religiosas caídas?
Como ya hemos visto (pero vale la pena repetirlo), muchas personas del pueblo de Dios participan en organizaciones religiosas que han transigido con las enseñanzas bíblicas. Ellos no entienden las verdades de la Escritura. El llamado amoroso de Dios es claro: “¡Salgan de ella, pueblo mío, para que no participen de sus pecados y no reciban de sus plagas!” (Apoc. 18:4).
Lee 1 Juan 3:4 y compáralo con Romanos 14:23. ¿Cuál es la definición bíblica de pecado? ¿Cómo armonizan estos pasajes de la Biblia?
El pecado es la transgresión, o quebrantamiento, de la Ley de Dios. La única manera de que alguien pueda obedecer la Ley es mediante la fe en el poder del Cristo viviente. Somos seres humanos débiles, frágiles, vacilantes y pecaminosos. Por la fe, cuando aceptamos a Cristo, su gracia expía nuestro pasado y fortalece nuestro presente. Él nos da “la gracia y el apostolado, para la obediencia” (Rom. 1:5). El llamado celestial a su pueblo que está en las iglesias que no respetan a Dios ni lo obedecen es salir por fe. Su llamado a los adventistas de las congregaciones que guardan el sábado es abandonar todos los intentos humanos egocéntricos de obediencia y llevar una vida piadosa por la fe en la gracia de Cristo, que nos libra de la condenación y el dominio del pecado. Y así como la fidelidad de Israel a la Ley (Deut. 4:6) habría sido un testimonio poderoso para el mundo, nuestra fidelidad también puede ser un testimonio poderoso que ayude a guiar a la gente a salir de Babilonia.