“Entonces vi a otro ángel que subía del este con el sello del Dios vivo. Y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, quienes habían recibido poder de dañar la Tierra y el mar, y les dijo: ‘No dañen la Tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que sellemos en sus frentes a los siervos de nuestro Dios’ ” (Apoc. 7:2, 3).

LA LUCHA CÓSMICA

lunes 5 de junio, 2023

Lee Mateo 27:45 al 50. ¿Qué nos enseña esto acerca de lo que Cristo experimentó en la Cruz? ¿Qué quiso decir Jesús al preguntar a Dios por qué lo había desamparado, y cómo nos ayuda esta escena a entender lo que significa tener “la fe de Jesús”?

Suspendido en la cruz; envuelto en tinieblas; con la culpa, la vergüenza y la condenación de los pecados del mundo a cuestas; y aislado del sentido del amor de su Padre, Jesús dependía de la relación que tuvo con el Padre durante toda su vida. Es decir, mediante una vida de dependencia total del Padre, incluso en los buenos tiempos, Jesús se había preparado para los peores tiempos, hasta la Cruz. El Salvador confiaba, aun cuando a su alrededor las circunstancias clamaban para que él dudara. Aun cuando parecía que Dios lo había abandonado, Jesús no se rindió.

“En medio de las terribles tinieblas, aparentemente abandonado de Dios, Cristo había apurado las últimas heces de la copa de la desgracia humana. En esas terribles horas, había confiado en la evidencia que antes recibiera de que era aceptado por su Padre. [...] Cristo fue vencedor por medio de la fe” (DTG 704).

La fe de Jesús es una fe tan profunda, tan confiada, tan comprometida, que todos los demonios del Cosmos y todas las pruebas de la Tierra no pueden sacudirla. Es una fe que confía cuando no puede ver, que cree cuando no puede entender, que se aferra cuando hay poco a que aferrarse. Esta “fe de Jesús” es en sí un don que recibimos por la fe y que nos conducirá en medio de la crisis que tenemos por delante. Es “la fe de Jesús” que mora en nuestro corazón la que nos permite adorar a Cristo como supremo, y soportar con paciencia cuando la marca apocalíptica de la bestia se haga cumplir.

Y, sin embargo, no es algo que aparezca repentinamente de la nada. El pueblo de Dios está aprendiendo a vivir por fe, día a día, ahora. En los buenos tiempos y en los malos, cuando sentimos que Dios está cerca y cuando parece estar lejos; da igual. “El justo vivirá por la fe” (Gál. 3:11; ver también Hab. 2:4). El tiempo para la preparación es ahora. Cada prueba ahora, si se sobrelleva con fe, puede dar frutos preciosos en nuestra vida.

Piensa en algún momento en que la vida parecía desmoronarse a tu alrededor y todo lo que tenías era tu fe. ¿Cómo saliste adelante? ¿Qué lecciones aprendiste? ¿Qué experimentaste que podría ayudar a otros que quizás estén pasando por algo similar?