“Entonces vi a otro ángel que subía del este con el sello del Dios vivo. Y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, quienes habían recibido poder de dañar la Tierra y el mar, y les dijo: ‘No dañen la Tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que sellemos en sus frentes a los siervos de nuestro Dios’ ” (Apoc. 7:2, 3).
LOS QUE SIGUEN AL CORDERO
Lee Apocalipsis 13:1 y 2. ¿De dónde viene la bestia, y quién le da su autoridad?
El poder de la primera bestia de Apocalipsis 13 recibe su poder, su trono y gran autoridad de parte del dragón. Apocalipsis 12:9 y 20:2 identifican al dragón como Satanás. Satanás es un enemigo astuto y obra mediante poderes terrenales. Apocalipsis 12:3 al 5 explica que este “dragón” (el diablo) intentó destruir al “Hijo varón” tan pronto como nació. Este “Hijo varón” posteriormente fue “arrebatado para Dios y para su Trono”. Esto, por supuesto, se refiere a Cristo. En su deseo de destruir al niño Cristo, Satanás obró mediante Herodes y la Roma imperial. Al final de la vida de Jesús, un gobernador romano, Pilato, condenó a Cristo a morir; un verdugo romano lo clavó en la cruel cruz; un soldado romano lo traspasó con una lanza; y otros soldados romanos custodiaron su tumba. Según Apocalipsis 13:2, el dragón, Satanás, que obró por medio de la Roma pagana, le entregaría la sede de su gobierno a este cruel poder emergente.
“El dragón representa en primer lugar a Satanás; y en un sentido secundario, al Imperio Romano [...]. El poder que sucedió al Imperio Romano, que recibió del dragón ‘su poder, y su trono, y grande autoridad’ fue, claramente, la Roma papal” (CBA 7:831). El historiador A. C. Flick explica que “de las ruinas de la Roma política se levantó el gran imperio moral en la ‘forma gigantesca’ de la Iglesia Romana” (A. C. Flick, The Rise of the Medieval Church [1900], p. 150, citado en CBA 7:831).
Lee Apocalipsis 13:3 y 14:4. ¿Qué contraste ves en estos versículos?
En contraste con “toda la Tierra”, que sigue a la bestia, Dios tendrá un pueblo, los que “siguen al Cordero”. Como siempre, será un bando o el otro, a favor de Jesús o en contra de Jesús. En ese entonces, al igual que ahora, no habrá ningún término medio, ninguna posición neutral. No comprometerse firmemente con Jesús es, consciente o inconscientemente, comprometerse con el otro bando.
“Serán odiados por todos por mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mat. 10:22). ¿Cuán dispuesto estás a aguantar hasta el final?