“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en pecados nos dio vida junto con Cristo. Por gracia ustedes han sido salvados” (Efe. 2:4, 5).

AHORA SALVADOS POR DIOS

jueves 20 de julio, 2023

Vuelve a leer Efesios 2:1 al 10, concentrándote en la conclusión de Pablo en los versículos 8 al 10. ¿Qué aspectos destaca al concluir el pasaje?

En Efesios 2:1 al 3, Pablo documenta que la salvación de los creyentes en Éfeso no se produce por su buen comportamiento ni por sus cualidades encantadoras. Cuando comienza la historia, están espiritualmente muertos. No hay ni una chispa de vida ni de valor en ellos (Efe. 2:1). El pecado los venció completamente (Efe. 2:1). No manifiestan ninguna iniciativa personal, sino que Satanás mismo los guía, además de sus bajas pasiones y sus delirios mentales (Efe. 2:2, 3).

Sin saberlo, se encuentran en una situación mucho peor que la de carecer simplemente de vida espiritual o de virtud. Juntamente con toda la humanidad, son los enemigos del verdadero Dios y se encaminan hacia un día final de juicio divino. Son “hijos de ira, igual que los demás” (Efe. 2:3).

En vez de estar arraigada en sus cualidades, su salvación se fundamenta en el inexplicable amor de Dios, un amor que no puede explicarse sobre la base de ningún valor que resida en el objeto de ese amor. Con misericordia y amor, Dios actúa en favor de ellos en Cristo Jesús (Efe. 2:4), resucitándolos de la muerte espiritual. Mediante la intervención de Dios, experimentan un itinerario asombroso que sigue la trayectoria de Jesús mismo. Desde las profundidades extremas de la muerte espiritual total y la esclavitud demoledora, resucitan, se transportan al “cielo” y se sientan con Cristo en el Trono cósmico (Efe. 2:5, 6). Sin embargo, esta intervención divina, similar a un rayo, no es un fenómeno momentáneo. Tiene poder de permanencia real, durabilidad eterna, porque Dios tiene la intención de mostrar su gracia hacia ellos en Cristo Jesús por toda la Eternidad (Efe. 2:7).

En su conclusión de Efesios 2:1 al 10, en los versículos 8 al 10, Pablo retoma el tema, con el deseo de asegurarse de que su argumento se mantenga firme: la salvación de los creyentes es una obra divina, no humana. No se origina en nosotros sino en el don de Dios. Ningún ser humano puede jactarse de haberlo provocado (Efe. 2:8, 9). Si permanecemos en la gracia de Dios, nosotros, los creyentes, somos pruebas vivientes de su gracia y solo su gracia. Somos sus obras maestras, creadas por Dios “en Cristo Jesús” (Efe. 2:10).

¿Por qué es tan importante que entendamos que nuestra salvación proviene de Dios y no se basa en nuestro propio valor o esfuerzo?