“Él mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para desempeñar su ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:11, 12).
EL CUERPO UNIFICADO DE CRISTO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Efesios 4:1–16; Filipenses 2:3; Salmo 68:18; Hechos 2; 1 Corintios 12:4–11, 27–30; Isaías 5:4.
Una de las fábulas de Esopo se titula “El estómago y los pies”. Dice así: “El vientre y los pies discutían sobre su importancia, y cuando los pies insistían en que eran tan fuertes que incluso cargaban con el estómago, el estómago respondió: ‘Pero, mis buenos amigos, si yo no los alimentara, ustedes no podrían llevar nada’ ” (Lloyd W. Daly, Aesop Without Morals [Nueva York: Thomas Yoseloff, 1961], p. 148).
Pablo usó la imagen del cuerpo humano para aclarar un aspecto espiritual. Para Pablo, el cuerpo humano (y la iglesia como el cuerpo de Cristo) está compuesto por varias partes con diferentes capacidades, donde todas deben trabajar juntas para que el cuerpo sea saludable. En Efesios 4:1 al 16, Pablo vuelve a implementar la metáfora del cuerpo que anteriormente utilizó con tanta eficacia (Rom. 12:3–8; 1 Cor. 12:12–31). Cristo es ahora la Cabeza del cuerpo, ya que suple al cuerpo con gente que tiene “dones” que ayudan a unificar el cuerpo, donde cada parte (cada miembro de iglesia) contribuye con sus habilidades al todo.
La imagen utilizada por Pablo de un cuerpo saludable y unificado nos ayuda a entender el objetivo de Dios para nosotros: ser parte de una iglesia fructífera unida en Cristo.