“Miren con cuidado cómo andan, no como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor” (Efe. 5:15-17).
ANDAR COMO HIJOS DE LA LUZ
Pablo escribe: “Nadie los engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los desobedientes” (Efe. 5:6).
Pablo ya identificó a quienes practican varios pecados sin vergüenza ni arrepentimiento: el “fornicario”, el “impuro” y el “avaro” (Efe. 5:5). Hizo una evaluación contundente: Los que están en Cristo y están destinados a ser partícipes de su futuro Reino no deben actuar como los que no están en Cristo (Efe. 5:5). Ahora se preocupa por el efecto de las “palabras vanas”; es decir, los creyentes pueden ser engañados por un lenguaje explícito al pensar que el pecado sexual no es un tabú, o incluso pueden sentirse atraídos hacia esos pecados (Efe. 5:6). Pablo advierte que, al estar tan engañados, arriesgan el juicio de Dios en el tiempo del fin, ya que “viene la ira de Dios sobre los desobedientes” (Efe. 5:6).
La expresión “la ira de Dios” es desafiante. El hecho de que sea la ira o el enojo de Dios sugiere un contraste con la especie humana habitualmente malhumorada (comparar con Efe. 4:31). Es la respuesta justa de un Dios justo y abnegado contra el empeño obstinado en hacer el mal, no una reacción volcánica y enloquecida ante alguna infracción menor. Además, las alusiones a la ira divina ocurren con mayor frecuencia en el contexto de advertencias bíblicas e inspiradas acerca de los juicios venideros de Dios (p. ej., Apoc. 6:12–17; 16:1–16; 19:11–16). Dios advierte de sus propios juicios venideros; un acto de gracia, ya que los seres humanos son “por naturaleza hijos de ira” (Efe. 2:3), sujetos a esos juicios.
¿Por qué Pablo exhorta a los creyentes a no convertirse en “cómplices”, “compañeros” o “partícipes” con los pecadores? (Efe. 5:7–10).
Pablo exhorta: “Anden como hijos de luz” (Efe. 5:8), y continúa con un mandato adicional: “Busquen lo que agrada al Señor” (Efe. 5:10). El pagano busca placer mediante la “fornicación y toda impureza o codicia” (Efe. 5:3). El objetivo del creyente es dramáticamente diferente: no la complacencia propia, sino agradar a Dios (comparar con Rom. 12:1; 2 Cor. 5:9; Heb. 13:21, que utilizan la misma palabra griega, euarestos, “agradable”, o “lo que agrada”). El creyente busca reflejar la abnegación de Cristo (“anden en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros”, Efe. 5:2).
¿Cuáles son algunas de las “palabras vanas” de las que debemos cuidarnos en nuestros días?