“Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe; porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:8-10).
NUESTRA REDENCIÓN TIENE IMPACTO COMUNITARIO
Mientras lees Efesios 2, trata de responder esta pregunta: ¿Qué ha hecho Dios por nosotros mediante su Hijo Jesucristo?
“Pero Dios [...]”. Esas dos palabras deben ser las más esperanzadoras para la humanidad. En Efesios 2:1 al 10, Pablo describe el pasado sombrío de su audiencia. Estos creyentes, que compartían la difícil situación de toda la humanidad, se inclinaron hacia la rebelión en contra de Dios, por lo que el pecado y Satanás dominaban sus vidas (Efe. 2:1-3). “Pero Dios, que es rico en misericordia [...]”. ¿Y qué hizo Dios por ellos y por nosotros? 1. Él nos dio vida con Cristo: la resurrección de Cristo es la nuestra. 2. Nos elevó con Cristo: la ascensión de Cristo es la nuestra. 3. En el Cielo, nos hizo sentar con Cristo: la coronación de Cristo es la nuestra (Efe. 2:4-7). ¡No somos meros espectadores de los acontecimientos de la vida de Cristo que transforman el cosmos! Dios lleva a cabo estas notables acciones no por ningún mérito en nosotros, sino por su gracia (Efe. 2:8, 9), y pretende que los creyentes vivan en solidaridad con Jesús y practiquen las “buenas obras” (Efe. 2:10).
Si Efesios 2:1 al 10 enseña que vivimos en solidaridad con Jesús, Efesios 2:11 al 22 enseña que vivimos en solidaridad con los demás como parte de su iglesia. La muerte de Jesús tiene beneficios verticales, que restablecen la relación del creyente con Dios (Efe. 2:1–10), y horizontales, que cimentan nuestra relación con los demás (Efe. 2:11–22). Mediante la Cruz, Jesús derriba todo lo que divide a los creyentes gentiles de los judíos, incluyendo el uso indebido de la ley, lo que profundiza el abismo (Efe. 2:11–18). Jesús también construye algo: un asombroso “templo” nuevo compuesto por creyentes. Los gentiles, que en otro tiempo estuvieron excluidos del culto en los lugares santos del Templo, ahora se unen a los creyentes judíos para llegar a ser uno. Nosotros también llegamos a ser parte de la iglesia de Dios, un “templo santo en el Señor” (Efe. 2:19–22).
Por la gracia de Dios, tienes el privilegio de vivir este día en solidaridad con Jesús y con tus hermanos en la fe.
Efesios 2:8 al 10 ha desempeñado un papel en la conversión de muchos. Martín Lutero halló en estos versículos la gracia que conquistó su corazón, y descubrió también algunas declaraciones esenciales de la Reforma: la salvación se obtiene solo por la fe, solo por la gracia, solo por Cristo, y solo para la gloria de Dios. En 1738, 18 días después de experimentar la conversión en la calle Aldersgate de Londres, John Wesley predicó en la Universidad de Oxford, donde presentó “un grito del corazón” y “el manifiesto de un nuevo movimiento”. ¿Su texto? Efesios 2:8. (Ver A. Skevington Wood, “Strangely Warmed: The Wesleys and the Evangelical Awakening”, Christian History [revista], t. 5, Nº 1 [1984].)