“Después oí la voz del Señor, que dijo: ‘¿A quién enviaré? ¿Quién irá de nuestra parte?’ Entonces respondí: ‘Aquí estoy, envíame a mí’ ” (Isa. 6:8).
NUESTRAS EXCUSAS: MIEDO
Lee Nahum 1:1; 3:1 al 4; 2 Reyes 17:5 y 6; y 19:32 al 37. ¿Qué revelan estos versículos sobre Nínive y la relación entre Asiria e Israel? ¿Cómo podría haber influido esta relación en la decisión de Jonás de ir a Tarsis?
Una de las razones por las que Jonás no quería ir a Nínive era el miedo. Los asirios eran un enemigo temible, y Nínive era la capital del reino.
“Entre las ciudades del mundo antiguo, mientras Israel estaba dividido, una de las mayores era Nínive, capital del reino asirio. [...] En el tiempo de su prosperidad temporal, Nínive era un centro de crímenes e impiedad. La Inspiración la ha caracterizado como ‘ciudad sanguinaria [...] llena de mentira y de rapiña’. En lenguaje figurado, el profeta Nahum comparó a los ninivitas con un león cruel y devorador, al que preguntó: ‘¿Sobre quién no pasó continuamente tu maldad?’ (Nah. 3:1, 19)” (Elena de White, Profetas y reyes, p. 198).
Nínive era una ciudad magnífica. Los historiadores nos dicen que Senaquerib expandió considerablemente la ciudad, incluyendo la construcción del enorme palacio del suroeste, que medía 503 metros por 242 metros y constaba de al menos 80 habitaciones. También construyó 18 canales para transportar agua a la ciudad desde una distancia de 65 kilómetros. El tamaño por sí solo habría sido intimidatorio.
Pero los asirios también eran despiadados. En su relato de la conquista de Babilonia, Senaquerib se jactaba de haber llenado las calles con los cadáveres de sus habitantes, jóvenes y viejos, y los grabados en relieve encontrados durante las excavaciones muestran escenas de soldados empalando a sus víctimas. No era gente con la que uno quisiera cruzarse; no eran reacios a emplear la violencia, y eran particularmente crueles con aquellos que no les caían bien. Por cierto, con solo pensar que debía caminar entre las masas de gente de Nínive, Jonás debió de haber temblado de miedo.
A pesar de todo esto, a menudo leemos la historia de Jonás con desaprobación, porque él permitió que el miedo se interpusiera en el cumplimiento de las instrucciones de Dios. De lo que no nos damos cuenta es que nosotros podemos hacer lo mismo; es decir, dejarnos controlar por nuestros miedos en lugar de ser guiados por Dios.
Piensa en alguna ocasión en la que hayas sentido que Dios te ordenaba hacer algo que tú, por miedo, no querías realizar. ¿Qué lecciones aprendiste de esa experiencia?