“Entonces Jesús respondió: ‘Mujer, ¡grande es tu fe! Sea hecho como quieres’. Y su hija quedó sana desde esa hora” (Mat. 15:28).
“DESPÍDELA”
En los barrios no alcanzados de las ciudades, hay muchos que anhelan esperanza. En tiempos de Cristo, ¿qué impedía al pueblo de Dios llevar la esperanza del Mesías a ciudades extranjeras como Tiro y Sidón? El nacionalismo, el orgullo y los prejuicios cegaban al pueblo de Dios ante las oportunidades de ver a los más cercanos que anhelaban la esperanza predicha por las profecías del Primer Advenimiento. Hoy, en las ciudades, hay muchos grupos poblacionales con los que Jesucristo quiere que su pueblo comparta la “bendita esperanza” del Segundo Advenimiento (Tito 2:13). Y, así como a Jesús no le importó cuál era la nacionalidad o la raza de ellos, tampoco debería importarnos a nosotros.
Lee Hechos 10:9 al 16, 28, 34 y 35. ¿Cómo resumirías esta lección que nos enseña el Espíritu Santo?
Mientras esperaba el almuerzo, Pedro tuvo una visión de un bufet en la azotea, con un mantel lleno de animales y aves inmundos. Tres veces se le indicó en esta visión que se levantara y comiera. Dios utilizó estas visiones para confrontar el orgullo religioso de Pedro y su intolerancia hacia los gentiles. Finalmente Pedro comprendió esta verdad: “Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: ‘En verdad veo que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que es fiel y obra rectamente, de cualquier nación que sea’ ” (Hech. 10:34, 35).
Con este trasfondo, reflexionemos sobre nuestra historia para sacar lecciones de Tiro y Sidón. Volvamos a observar a Jesús y su interacción con la madre. ¿Qué lecciones aprendieron los discípulos en este viaje de estudios, relacionadas también con la visión de Pedro? ¿Cómo podemos aplicarlas a nuestra vida de hoy y al llamado de Cristo a su misión del tiempo del fin en las ciudades? ¿Qué prejuicios nos impiden ver las necesidades de los urbanitas? ¿Qué oportunidades nos ha brindado Dios en las ciudades para ampliar nuestra comprensión de la misión y abordar exhaustivamente nuestro fanatismo, nacionalismo y orgullo espiritual?
Jesús tuvo paciencia para enseñar a sus discípulos, que aún no comprendían plenamente que el gran plan de salvación de Dios es para toda la familia humana, no solo para una nación o un grupo étnico determinado. El Espíritu Santo puede ayudarnos a superar nuestros prejuicios y favoritismos para llevar a cabo nuestra misión en las ciudades.
Lee Gálatas 2:11 al 13. ¿Qué debería enseñarnos esto sobre lo difícil que puede ser desprendernos de los prejuicios que nos han inculcado desde la infancia?