“Yo te haré luz para los gentiles, y llevarás mi salvación a los confines de la tierra” (Luc. 49:6, NTV).
CAUTIVOS EN UNA CULTURA EXTRANJERA
Nunca es fácil abandonar la patria por una cultura extranjera. Quizás hoy nos resulte difícil comprender lo que tuvieron que afrontar los judíos: primero, bajo el dominio de los babilonios; y luego, bajo los persas.
Ninguno de nosotros, por ejemplo, vive en un país adventista donde los principios de nuestra fe sean, en alguna medida, la ley del país. Pero, antes de ser deportado, el pueblo judío vivía en su propio país, donde los principios de su fe también estaban consagrados en la ley nacional. Por un lado, piensa en lo fácil que debió haber sido ser fiel a Dios. Después de todo, ¿cuánto más fácil sería guardar el sábado si su observancia estuviera consagrada en los códigos legales de la nación?
Por otra parte, la historia sagrada nos ha mostrado que cualesquiera que sean los decretos terrenales, aunque sean favorables a la fe, la fidelidad debe provenir del corazón, desde adentro. De lo contrario, el pecado, la apostasía y la ruina seguramente vendrán como resultado.
“Dice, pues, el Señor: ‘Este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor hacia mí fue enseñado por mandato de hombres’ ” (Isa. 29:13).
En cambio, para quienes están decididos a ser fieles, ni siquiera el entorno más desfavorable puede apartarlos de la obediencia.
Lee Daniel 1:1 al 12; 3:1 al 12; y 6:1 al 9. Aunque cada situación es única, ¿qué revelan estos relatos acerca de los desafíos que puede enfrentar el pueblo de Dios al vivir en una cultura extranjera?
Sin importar quiénes seamos o dónde vivamos, estamos inmersos en un entorno que, hasta cierto punto, ya sea por las propias leyes o por la cultura, o por ambas cosas, puede suponer un gran desafío para nuestra fe y nuestro testimonio. Estos relatos de Daniel, aunque siempre tienen un final “feliz”, revelan que aun en circunstancias difíciles la gente puede permanecer fiel a Dios. Y, por más que ninguno de estos relatos hubiera acabado bien, no cabe duda de que estos hombres hicieron lo correcto.
¿Qué desafíos a tu fe estás enfrentando en tu propia cultura? ¿Cómo respondes a ellos?