“El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1).
SUS TESTIMONIOS SON MUY FIRMES
Lee Salmos 19:7; 93:5; 119:165; 1:2 y 6; 18:30; y 25:10. ¿Qué hilo conductor tienen todos ellos?
La supremacía del Señor en el mundo como Creador, Rey y Juez soberano tiene implicaciones teológicas para la fiabilidad de sus testimonios. Los testimonios (en hebreo edut, ‘decreto’, ‘ley’) se refieren al conjunto de leyes y ordenanzas con las que el Señor gobierna la vida religiosa y social de su pueblo (Éxo. 32:15). Son “muy firmes” (Sal. 93:5) y reflejan la estabilidad y permanencia del Trono de Dios y del mundo que el Soberano creó y sostiene (Sal. 93:1, 2). La palabra hebrea traducida como “firme” (de la que deriva la palabra española amén) transmite la noción de fiabilidad, fidelidad y firmeza (2 Sam. 7:16; 1 Crón. 17:23). Las leyes de Dios son inmutables e indestructibles.
Dios garantiza la integridad de sus promesas y sus mandatos. La fidelidad de Dios es a la vez totalmente tranquilizadora, al garantizar el carácter inmutable de su gobierno, y totalmente exigente, al pedir al pueblo respuestas de confianza y obediencia a Dios.
Al mismo tiempo, la falta de justicia en el mundo se describe poéticamente como un temblor de los cimientos de la Tierra (Sal. 18:7; Isa. 24:18-21). La Ley de Dios instruye al pueblo en el camino de la vida recta que puede resistir el juicio de Dios. Así, pues, los justos no serán sacudidos, porque están firmemente arraigados en la Ley de Dios, que les proporciona estabilidad y seguridad, y su corazón está firme (en hebreo, najón también significa ‘estar firme’, ‘estar seguro’) en el Señor (Sal. 112:1, 6, 7). Nada hace tropezar a los que guardan la Ley de Dios (Sal. 119:165), lo que implica la protección y la conducción de Dios en la vida (Sal. 1:2, 3, 6).
La Palabra de Dios se representa como la lámpara para guiar los pies del salmista, y así lo protege de las trampas ocultas de los enemigos (Sal. 119:105, 110). La gran paz, de la que gozan los que aman la Ley de Dios (Sal 119:165), obviamente no es el resultado de una ausencia total de pruebas (Sal 119:161); más bien, deriva de permanecer en la presencia de Dios y de tener una relación sana con él.
¿De qué manera práctica te ha ayudado en tu vida guardar las leyes, los estatutos y los testimonios de Dios? Por otro lado, ¿qué sufriste por violarlos?