“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).
EL SEÑOR OYE Y SALVA
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmos 139:1-18; 121; 17:8; Mateo 23:37; 1 Corintios 10:1-4; Hebreos 4:15, 16.
Una y otra vez, Salmos pone de relieve la verdad de que el Señor soberano, quien creó y sostiene el Universo, también se revela como un Dios personal que inicia y mantiene una relación con su pueblo. Dios está cerca de su pueblo y de su Creación, tanto en el Cielo como en la Tierra (Sal. 73:23, 25). Aunque “estableció en el cielo su trono” (Sal. 103:19) y “cabalga sobre las nubes” (Sal. 68:4), también “está cerca de todo el que lo invoca, del que lo invoca de veras” (Sal. 145:18). Los salmos sostienen invariablemente la verdad de que el Señor es el Dios vivo, que actúa en favor de quienes lo invocan (Sal. 55:16-22). Los salmos son significativos precisamente porque están motivados y dirigidos al Dios vivo, que escucha y responde a las oraciones.
Debemos recordar que la respuesta adecuada a la cercanía del Señor consiste en una vida de fe en él y de obediencia a sus mandamientos. Nada que no sea esta fe y esta obediencia será aceptable para él, como a menudo lo reveló la historia de Israel.