“Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor– y salvaré al que suspira’ ” (Sal. 12:5).
EL GUERRERO MAJESTUOSO
Lee Salmos 18:3 al 18; 76:3 al 9 y 12; y 144:5 al 7. ¿Cómo se describe al Señor en estos textos? ¿Qué transmiten estas imágenes sobre la disposición de Dios para liberar a su pueblo?
Estos himnos alaban al Señor por su impresionante poder sobre las fuerzas del mal que amenazan a su pueblo. Representan a Dios en su majestad como Guerrero y Juez. La imagen de Dios como Guerrero es frecuente en Salmos y resalta la severidad y la urgencia de la respuesta de Dios a los clamores y los sufrimientos de su pueblo.
“El Señor tronó desde el cielo, / el Altísimo dio su voz, / y hubo granizo y brasas de fuego. / Envió sus saetas y deshizo a sus enemigos. / Lanzó relámpagos y los destruyó. / Entonces apareció el lecho del mar, / y se descubrieron los cimientos del mundo, / ante tu reprensión, Señor, / por el soplo de tu aliento” (Sal. 18:13-15).
La determinación y la magnitud de los actos de Dios deberían disipar cualquier duda sobre el gran cuidado y la compasión de Dios por los que sufren o sobre su capacidad para derrotar al mal. Solo tenemos que esperar a que él actúe.
En definitiva, incluso cuando el pueblo de Dios, como David, participó en guerras, la liberación no provino de medios humanos. En sus muchas batallas contra los enemigos del pueblo de Dios, el rey David alabó a Dios como el único que obtuvo todas las victorias. Hubiera sido fácil para David atribuirse el mérito de sus muchos éxitos y triunfos, pero esa no era su actitud. Él sabía de dónde provenía la Fuente de su poder.
Aunque David afirma que el Señor entrena sus manos para la guerra (Sal. 18:34), en ninguna parte de Salmos confía en sus habilidades para la batalla. Al contrario, el Señor lucha por David y lo libra (Sal. 18:47, 48).
En los salmos, el rey David, famoso por ser un guerrero de éxito, asume su papel de músico experto y alaba al Señor como el único Libertador y Sustentador de su pueblo (Sal. 144:10-15). La alabanza y la oración al Señor son las fuentes de fuerza para David, más poderosas que cualquier arma de guerra. Únicamente en Dios se puede confiar y a él solo alabar.
Más allá de los dones, las habilidades y el éxito que hayas tenido en la vida, ¿por qué debes recordar siempre la Fuente de todos ellos? ¿Qué peligro corres si olvidas esa fuente?