“Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque tu amor es grande hasta los cielos, y hasta las nubes tu fidelidad” (Sal. 57:9, 10).

ALABANZA AL DIOS MAJESTUOSO Y MISERICORDIOSO

miércoles 14 de febrero, 2024

Lee Salmos 113 y 123. ¿Qué dos aspectos diferentes del carácter de Dios se describen en estos salmos?

Salmos 113 y 123 alaban la majestad y la misericordia del Señor. La majestad del Señor se revela en la grandeza de su nombre y en el lugar exaltado de su Trono, que está por encima de todas las naciones y de los Cielos (Sal. 113:4, 5; 123:1). “¿Quién es como el Señor, nuestro Dios?” (Sal. 113:5) es una declaración de fe de que ningún poder dentro o fuera del mundo puede desafiar al Dios de Israel.

Las inalcanzables alturas donde habita el Señor se ilustran al señalar que el Señor está dispuesto a “humillarse” o que “se digna contemplar los cielos y la tierra” (ver Sal. 113:6, NVI; énfasis añadido). El hecho de que Dios habite en las alturas no le impide ver lo que ocurre aquí abajo. La misericordia del Señor se manifiesta en su bondadosa disposición a intervenir en el mundo y a salvar a los necesitados y a los pobres de sus problemas. Es evidente que su mano generosa no está oculta a sus siervos, aunque su morada esté en los Cielos lejanos.

La grandeza y el cuidado de Dios, que no pueden discernirse plenamente en la asombrosa trascendencia de Dios, se hacen explícitos en las obras de misericordia y compasión del Señor. Los necesitados, los pobres y los oprimidos pueden experimentar de primera mano el poder soberano de Dios en las notables intervenciones que él puede realizar en su favor. El Dios exaltado manifiesta su grandeza al utilizar su poder para exaltar a los abatidos. El pueblo es libre de acercarse al Señor porque su soberana majestad y supremacía no cambian el hecho de que él es su bondadoso Creador y Sustentador, y que el pueblo es su siervo, su hijo amado.

De esta manera, la adoración está motivada no solamente por la magnificencia de Dios, sino también por su bondad. La alabanza no está limitada por el tiempo ni el espacio (Sal. 113:2, 3). La grandeza y la misericordia de Dios se manifiestan mejor en Jesucristo, que estuvo dispuesto a descender del Cielo y ser abatido hasta la muerte en la Cruz para elevar a la humanidad caída (Fil. 2:6-8). Allí, en la Cruz, tenemos las máximas razones para adorar y alabar a Dios por lo que ha hecho por nosotros.

Medita sobre la Cruz y lo que allí sucedió en tu favor. ¿De qué te ha salvado Jesús? ¿Por qué es tan importante tener presente la Cruz?