“Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque tu amor es grande hasta los cielos, y hasta las nubes tu fidelidad” (Sal. 57:9, 10).

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

viernes 16 de febrero, 2024

Lee Elena de White, El camino a Cristo, “Nuestra necesidad de Cristo”, pp. 15-20. En los salmos, las voces del pueblo de Dios se unen como una sola para repetir el estribillo: “Su amor es para siempre”, en celebración del amor eterno de Dios (Sal. 106:1; 107:1; 118:1-4, 29; 136). “No alabar a Dios significaría olvidar todos sus beneficios, no apreciar los dones de Dios. Únicamente quien alaba no olvida. Pensar en Dios y hablar de él no implica necesariamente alabarlo. La alabanza comienza cuando uno reconoce la majestad y las obras de Dios y responde en adoración a su bondad, su misericordia y su sabiduría” (Hans LaRondelle, Deliverance in the Psalms, p. 178).

El significado de la confesión solemne de la misericordia perdurable de Dios adquiere un significado aún más profundo cuando recordamos que la hesed de Dios (es decir, su bondad y su fidelidad relacionadas con el Pacto) se mantiene firme e inmutable en medio del pecado humano y la rebelión contra Dios.

“Hemos pecado contra él, y somos indignos de su favor; sin embargo, él mismo ha puesto en nuestros labios la más maravillosa de las súplicas: ‘¡No nos deseches! ¡No deshonres tu trono glorioso! ¡Haz honor a tu nombre! ¡Acuérdate de tu pacto con nosotros! ¡No lo invalides!’ Cuando vamos a él confesando nuestra indignidad y pecado, él se ha comprometido a atender nuestro clamor. El honor de su Trono está empeñado en el cumplimiento de su palabra a nosotros” (Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 114).

La experiencia de que Dios ha sido misericordioso con él (Sal. 103:2) anima al salmista a decir que “el Señor hace justicia y derecho a todos los oprimidos” (Sal. 103:6). De esta manera, el objetivo final del testimonio personal del salmista, y de la alabanza de la misericordia de Dios en su vida, es transmitir seguridad a otros acerca de la bondad amorosa de Dios, para que ellos también puedan abrir su corazón a Dios y recibir su gracia salvífica y alabar a Dios (Sal. 9:11, 12; 22:22-27; 66:16).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Qué conclusiones prácticas extraes del hecho de que la misericordia de Dios es eterna, para la salvación de las personas? ¿Por qué esto no significa que se pueda seguir pecando, dado que la misericordia de Dios es eterna?
  2. ¿Cómo conciliamos el perdón de nuestros pecados por parte de Dios con la idea del juicio de Dios sobre el pecado?
  3. ¿Cómo se conectan las expresiones de la misericordia de Dios en el Nuevo Testamento con las de Salmos? (Efe. 2:4, 5; 1 Tim. 1:16; Tito 3:5; Heb. 4:16)?