“El mismo Señor descenderá del Cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes, a recibir al Señor en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:16, 17).
LA MUERTE EN EL NUEVO TESTAMENTO
Lee Juan 11:11 al 14, 21 al 25; 2 Timoteo 1:10; 1 Corintios 15:51 al 54; y 1 Tesalonicenses 4:15 al 17. La descripción de la muerte que hacen los autores del Nuevo Testamento, ¿cómo se compara con la del Antiguo Testamento?
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento utilizan el simbolismo de la muerte como un sueño. Al menos 53 veces en la Biblia la palabra “sueño” se equipara con la muerte. Los autores bíblicos coinciden en que no hay existencia consciente en un alma inmortal que abandona el cuerpo inmediatamente después de la muerte.
El Nuevo Testamento añade una dimensión adicional, ya insinuada en el Antiguo Testamento: la gloriosa resurrección al momento de la venida de Cristo.
Los evangelios subrayan que la vida eterna solo está en Cristo. Ni todos los demonios del infierno pueden arrebatar a los creyentes la seguridad de la vida eterna. Cristo venció a la muerte en la Cruz. La tumba ya no puede retener a sus víctimas. La resurrección de Cristo es la garantía de que todos los creyentes un día resucitarán de la tumba en su venida.
Fíjate en estas palabras de Pablo: “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es vana y aún están en sus pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo estarían perdidos” (1 Cor. 15:16-18). ¿Qué sentido tienen estos versículos si los muertos, al fallecer, ya están en la dicha del Cielo? ¿Qué quiere decir Pablo con que “estarían perdidos” si, de hecho, ya están en el Cielo?
Al contrario, el argumento de Pablo es que la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra propia resurrección y que sin la resurrección “la fe de ustedes es vana y aún están en sus pecados”, y los muertos permanecen en la Tierra, perdidos.
Estos versículos encajan perfectamente con otros textos bíblicos sobre la esperanza que tenemos en la resurrección al momento de la venida de Jesús, cuando recibiremos la “herencia que nunca puede perecer, ni contaminarse, ni marchitarse, reservada en el Cielo para ustedes” (1 Ped. 1:4). Sin embargo, si los muertos ya están en el Cielo, ¿por qué habla Pedro de una herencia “reservada en el Cielo” para nosotros? Es evidente que los creyentes del Nuevo Testamento anhelaban la venida de Cristo y la resurrección de los muertos, y esta esperanza les inspiraba fidelidad en las pruebas de la vida.
¿Por qué la resurrección es una esperanza tan poderosa para la fe cristiana? ¿Qué pasaría si tuviéramos la Cruz pero no la resurrección? ¿Qué esperanza tendríamos? ¿Por qué, entonces, la resurrección es una parte tan importante de nuestra fe?