“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).
TEMAS QUE REAPARECEN: GLORIA
Lee Juan 17:1 al 5. ¿Qué quiso decir Jesús cuando oró: “Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti”?
El estudio de ayer se centró en la historia terrenal y humana del Evangelio de Juan, con sus enfrentamientos e interacciones entre las personas, siempre en torno a quién es Jesús y qué está haciendo. El estudio de hoy se centra en el argumento divino, cósmico, que también se encuentra en Juan.
El prólogo comienza con ese relato cósmico. Jesús es presentado como el Hijo divino de Dios, el Creador del universo. Una vez más, todo lo que antes no existía, pero llegó a existir, lo hizo solo a través de Jesús. “Todas las cosas fueron hechas por él. Nada de cuanto existe fue hecho sin él” (Juan 1:3). Pero a continuación señala la gloria de que se convirtiera en ser humano en la Encarnación (Juan 1:14). Juan utiliza los términos gloria (doxa: brillo, esplendor, fama, honor) y glorificar (doxazō: alabar, honrar, ensalzar, glorificar) para hablar tanto de recibir honor de los humanos como de recibir honor o gloria de Dios.
En Juan, la idea de glorificar a Jesús está vinculada al concepto de su hora; es decir, el momento de su muerte (comparar con Juan 2:4; 7:30; 8:20; 12:23-27; 13:1; 16:32; 17:1). La Cruz es su hora de gloria.
Esta idea es bastante paradójica porque la crucifixión era la forma más vergonzosa y humillante de ejecución en el antiguo mundo romano. Este increíble contraste, Dios en una cruz, ilustra el entrelazamiento de la trama de la historia humana con la divina.
En el plano humano, Jesús murió en agonía, como un criminal despreciado y débil que clamaba: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Este lado humano y oscuro de la Cruz se presenta especialmente en Mateo y Marcos (Mat. 27:46; Mar. 15:34).
Pero el lado glorioso de la Cruz se presenta especialmente en Lucas y Juan (Luc. 23:32-47; Juan 19:25-30) como un lugar de salvación, de misericordia, y donde el Hijo de Dios se entrega a su Padre.
¡Qué ironía! La mayor gloria de Dios se revela en su mayor vergüenza: cargar con los pecados del mundo.
Piensa en lo que significa que hiciera falta algo tan drástico: Dios mismo en la Cruz para salvarnos del pecado. ¿Qué nos dice esto acerca de cuán malo es el pecado?