«Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad y no los destruía; apartó muchas veces su ira y no despertó todo su enojo» (Sal. 78: 38).
AFLIGIDO POR EL MAL
El Dios de la Biblia ama la justicia y odia el mal. El pecado y el mal, por lo tanto, despiertan su ira, una pasión expresada en favor de los oprimidos y maltratados, incluso cuando la maldad de una persona la afecta a ella misma. Dios odia el mal porque este siempre hiere a sus criaturas, aunque sea autoinfligido. En los relatos bíblicos, Dios es provocado repetidamente a la ira por algo que los eruditos bíblicos denominan el ciclo de la rebelión. Este ciclo es el siguiente:
El pueblo se rebela contra Dios y hace lo malo ante sus ojos, incluso atrocidades horrendas como el sacrificio de niños y otras abominaciones.
Dios se retira en respuesta a las decisiones del pueblo. El pueblo es oprimido por naciones extranjeras. El pueblo clama a Dios por su liberación. Dios libera al pueblo. El pueblo vuelve a rebelarse contra Dios, a menudo de forma más atroz que
antes. Sin embargo, aunque Dios se enfrenta una y otra vez a la infidelidad humana ante este ciclo de maldad e infidelidad atroces, lo hace con una fidelidad interminable, una paciencia indulgente, una gracia asombrosa y una profunda compasión.
Lee Salmo 78. ¿Qué enseña este pasaje acerca de la respuesta de Dios a las repetidas rebeliones de su pueblo?
Según la Biblia, el amor y la justicia están indisolublemente ligados. La ira divina es la respuesta apropiada del amor contra el mal, porque el mal siempre hiere a alguien a quien Dios ama. No hay ningún caso en las Escrituras en el que Dios actúe arbitrariamente.
Y, aunque el pueblo de Dios lo abandonó y lo traicionó una y otra vez, él siguió a lo largo de los siglos concediéndole pacientemente una compasión que superaba todas las expectativas razonables (Neh. 9: 7-33), demostrando así la insondable profundidad de su compasión y su amor misericordioso. De hecho, según Salmo 78: 38: «Él [Dios], misericordioso, perdonaba la maldad y no los destruía; apartó muchas veces su ira y no despertó todo su enojo».
Seguramente te has airado alguna vez por el mal hecho a otros. ¿Cómo te ayuda esa emoción a comprender mejor la ira de Dios contra el mal?