«Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo» (Juan 16: 33, RVC).
TODOPODEROSO (PANTOKRATŌR)
A lo largo de las Escrituras se manifiesta el asombroso poder de Dios. La Biblia incluye innumerables narraciones en las que Dios ejerce su poder y obra milagros. Sin embargo, y a pesar de ello, suceden muchas cosas que Dios no quiere que ocurran.
Lee Apocalipsis 11: 17; Jeremías 32: 17 al 20; Lucas 1: 37; y Mateo 19: 26. Considera también Hebreos 1: 3. ¿Qué enseñan estos pasajes acerca del poder de Dios?
Estos textos y otros enseñan que Dios es todopoderoso y que sostiene el mundo con su poder. De hecho, el Apocalipsis se refiere repetidamente a Dios como el «Señor Dios Todopoderoso» (por ejemplo, Apoc. 11: 17; compara con 2 Cor. 6: 18; Apoc. 1: 8; 16: 14; 19: 15; 21: 22). Este es precisamente el significado de la palabra griega así traducida (pantokratōr). El hecho de que Dios es todopoderoso no solo es afirmado con palabras, sino además se manifiesta en los numerosos casos asombrosos en los que Dios usa su poder para liberar a su pueblo o interviene milagrosamente en el mundo.
Sin embargo, el hecho de que Dios es «todopoderoso» no significa que pueda hacer cualquier cosa. Las Escrituras enseñan que hay cosas que Dios no puede hacer. Por ejemplo, 2 Timoteo 2: 13 declara que Dios «no puede negarse a sí mismo».
En consecuencia, la mayoría de los cristianos están de acuerdo en que Dios es todopoderoso u omnipotente, lo que significa que Dios tiene el poder de hacer cualquier cosa que no implique una contradicción; es decir, cualquier cosa que sea lógicamente posible y coherente con la naturaleza de Dios. Que algunas cosas no son posibles para Dios porque implicarían una contradicción es evidente a la luz de la oración de Cristo en Getsemaní. Aunque el Señor afirmó que «para Dios todo es posible» (Mat. 19: 26), también oró al Padre cuando se acercaba la crucifixión: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mat. 26: 39).
Por supuesto, el Padre poseía el poder absoluto para librar a Cristo del sufrimiento en la Cruz, pero no podía hacerlo al mismo tiempo que salvaba a los pecadores. Tenía que hacer una cosa o la otra, no ambas.
Las Escrituras también enseñan que Dios quiere salvar a todos (por ejemplo, 1 Tim. 2: 4-6; Tito 2: 11; 2 Ped. 3: 9; Eze. 33: 11), pero no todos se salvarán. ¿Qué enseña este hecho sobre la realidad del libre albedrío y los límites del poder de Dios respecto de los seres a los que ha concedido esa libertad de elección?