“Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: ‘Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación’ ” (Apoc. 5:9, RVR 1960).

TÚ CREASTE TODAS LAS COSAS

jueves 8 de mayo, 2025

Los profetas estuvieron en pocas ocasiones suficientemente cerca de Dios en visión como para que se les permitiera ver el Trono de Dios. Ezequiel lo vio por encima del firmamento (Eze. 1:26); Isaías visitó el templo del Cielo (Isa. 6:1). A su vez, Juan fue escoltado hasta allí en visión y registró una de las descripciones más explícitas que tenemos del Trono de Dios (Apoc. 4; 5). Los tipos propios del servicio del Santuario en el Antiguo Testamento indicaban que solo había un camino por el que la humanidad podía entrar en la presencia de Dios: la sangre de Cristo (ver, por ejemplo, Lev. 16:2, 14).

Lee Isaías 6:1 al 5 y Apocalipsis 4:2 al 11. ¿Qué elementos de estas dos visiones son similares? Presta atención al orden de los acontecimientos: ¿Qué tema se presenta primero? ¿Qué viene después? ¿Qué verdad acerca de Dios es subrayada en estas visiones?

En cada una de estas visiones de la sala del Trono, lo primero que sucede es que los seres celestiales destacan la santidad de Dios. En la visión de Isaías, la escena es impresionante: el Templo se llenó de humo y “los quiciales de las puertas se estremecieron” mientras los serafines proclamaban la santidad de Dios. En la visión de Juan, los querubines hacen la misma declaración: “Santo, santo, santo”. Cada profeta presenció una deslumbrante escena acerca de la gloria de Dios.

Se nos muestra luego la reacción del profeta ante la escena. Isaías exclama que es un hombre de labios impuros (Isa. 6:5), mientras que Juan llora porque se enfrenta a la trágica verdad de que no se puede encontrar a nadie digno (Apoc. 5:4). Cuando se nos presenta directamente la dignidad de Dios, empezamos por fin a comprender la situación humana: somos totalmente indignos y necesitamos a Cristo como Redentor.

Satanás ha lanzado muchas acusaciones contra Dios, argumentando que es arbitrario, egoísta y severo, pero aun un breve momento en la sala del Trono de Dios pone al descubierto las mentiras de Satanás. Al ver a Cristo como es en realidad, “el Cordero que fue inmolado” (Apoc. 5:12, RVR 1960), vemos también al Padre tal cual es. Cuán reconfortante es saber que al contemplar a Jesús descubrimos cómo es el Padre (Juan 14:9). Pero, la mayor revelación de cómo es el Padre se aprecia en la muerte de Jesús por nosotros en la Cruz.

La Cruz, por lo tanto, debería mostrarnos dos cosas: que Dios nos ama al punto de sacrificarse por nosotros, y que nuestra condición como pecadores es tan grave y desesperada que solo mediante la Cruz podemos ser salvados.