El pecado de David, ¿un modelo de perdón y restauración?

Rubén Tenorio

sábado 7 de mayo, 2011

Hay dos formas de resolver los casos de quienes han pecado: desde la manera como los seres humanos lo haríamos o en la forma en que obra la gracia de Dios. ¿Que implicaciones podemos ver en la forma como Dios decidió resolver el caso de David?

 

I. CAÍDA INESPERADA O PLAN ELABORADO

Una de las cuestiones más comentadas en el caso del pecado de David y Bethsabé, o contra Bethsabé, es el hecho de que el rey estaba en el mejor momento de su vida en varios aspectos importantes. Políticamente, Dios había permitido quitar de su camino todos los obstáculos para tener tanto el reino de Israel como el dominio sobre varias naciones vecinas. Espiritualmente, su vida se había enriquecido de la confianza en Dios en tiempos difíciles, expresadas por medio de los salmos. Familiarmente, su casa había sido bendecida con hijos e hijas, incluyendo la restitución de su primera esposa, Mical. Por lo tanto, ¿era meritorio el disculpar o disimular un pecado de tal magnitud por ser el rey de Israel? Hasta donde se puede percibir en el texto bíblico, más de una persona era sabedora o cómplice en el asunto y es muy posible que aún el pueblo mismo se hubiese enterado. Por lo tanto, desde esta perspectiva, no podría ser considerado un pecado accidental sino algo meditado, planeado y llevado a la acción, ignorando o tratando de esconder sus implicaciones y consecuencias. Y si fuese de esta manera:

1. ¿Merecía David el perdón o mas aún el mantener su posición real, quedándose con la mujer que había sido robada a su prójimo a quien había asesinado?

2. ¿Era digno de ser considerado aún el hombre conforme al corazón de Dios (1 Sam 13:14)?

¿Que respuesta darías a la pregunta 1?

a. Era merecedor del perdón, pero ya no era digno de mantener su posición como líder espiritual, por su ejemplo e influencia negativa.

b. David, aunque había sido ungido, era tan humano como cualquiera de nosotros. Había cometido un error grave, sin embargo la tendencia de su vida era agradar a Dios. Dios sabía que David volvería a ser fiel y a servir de la misma manera como lo había hecho y por lo tanto le dio una segunda oportunidad.

¿Cuál te parece es la mejor respuesta a la pregunta 2?

a. Si Dios había perdonado a David y su pecado ya no era tomado en cuenta, de la misma manera el pueblo de Israel ya no debería estar recordando y señalando su pecado.

b. No era digno de ser considerado conforme al corazón de Dios, porque ya no podía ser presentado como un ejemplo a seguir.

 

II. CONFRONTACIÓN DIRECTA O RODEANDO EL PROBLEMA

Ante una situación como el pecado de David de tal magnitud y consecuencias espirituales, sería difícil pensar en una manera suave de abordarle, a fin de no ofenderlo o lastimarlo espiritualmente. Si nosotros hubiésemos tomado el caso de David como una comisión eclesiástica, ¿cuán directos y crudos seríamos al confrontarlo teniendo todas las evidencias en su contra? Aparentemente la forma de abordarlo fue diseñada por Dios y no por el profeta Natán, quien era el portador del mensaje. El haber tomado una parábola para que el mismo reconociera la gravedad de su pecado, ¿ayudó a lograr el propósito que Dios tenía en mente de que el rey reconociese que el único recurso de que podía echar mano era absolutamente la gracia divina?

¿Cuál sería la respuesta que darías a la pregunta previa?

a. Dios utilizó una parábola para que David evaluara la gravedad de su pecado y él mismo presentara la forma de resolver el problema, si estuviera en sus manos, por lo tanto, al dictar una sentencia de muerte, él mismo reconocería que no tenía méritos para el perdón y que su vida dependía absolutamente de la gracia y la misericordia de Dios.

b. Dios no quiso presentar directamente su pecado a David porque no deseaba herir sus sentimientos a pesar del error grave que había cometido.

 

III. ARREPENTIMIENTO GENUINO O SIENDO ACORRALADO

Ante las circunstancias que llevaron a David a reconocer su propio pecado, cualquier persona inteligente pondría en tela de juicio la declaración de David: "Contra Jehová he pecado" (2 Sam 12:13). En realidad, David había tenido suficiente tiempo para haber reconocido que estaba pecando contra Dios, sin embargo, sus actitudes parecían mostrar que la forma en que resolvía las situaciones que se complicaban a causa de su pecado, era la manera en que políticamente las cosas podrían resolverse sin ser cuestionadas, siendo que él era el rey de Israel.

1. ¿Acaso la posición de rey le daba ese derecho de resolver el pecado a su manera? La respuesta inmediata vino directamente de Dios. La gravedad de su pecado no se dejó esperar y el rey reconoció que ya no había manera de escapar.

2. ¿En realidad la gracia de Dios estaba tocando su corazón o simplemente se arrepintió al ver que no tenía otra alternativa?

1. ¿Qué respuesta darías a la pregunta 1?

a. En esos tiempos, el rey tenía autoridad absoluta y por lo tanto tratar de cuidar su reputación requería que políticamente quitara las evidencias que lo delatarían. Además, nadie se enteraría de su pecado y al casarse David con la viuda no se sospecharía. Por otro lado, David y Betsabé serían apedreados irremediablemente de acuerdo a la ley de Moisés.

b. Aunque muchas situaciones en esos tiempos se resolvían con la muerte de otras personas, éste era un caso distinto y Dios no lo pasaría por alto. Las consecuencias serían catastróficas, sin embargo, Dios debía de mostrar a su pueblo que el pecado tiene su justa retribución, y aunque David y Betsabé eran merecedores de la muerte de acuerdo a la ley mosaica (Deut 22: 22), Dios mismo al perdonarlos sobrepondría su misericordia a la justicia de la ley.

 

¿Cómo responderías a la pregunta 2?

a. David se arrepintió cuando se dio cuenta que ya no podía ocultar más su pecado, por lo tanto, su arrepentimiento no fue una iniciativa propia sino por haberse visto al descubierto.

b. David estaba cegado por su pecado y en realidad no veía su gravedad hasta que Dios lo confrontó por medio del profeta Natán, por lo tanto, al verse a sí mismo como Dios lo veía, se vio movido al verdadero arrepentimiento.