EL HOMBRE VIEJO Y EL NUEVO, ¿QUIÉN VIVE EN QUIÉN?

Juan José Andrade

sábado 18 de junio, 2011

Te presento el siguiente cuestionamiento y ruego tu colaboración: El hombre viejo y el hombre nuevo, ¿pueden convivir juntos en una persona o necesariamente uno desechará al otro?

La metáfora del apóstol Pablo del "viejo hombre" y el "nuevo hombre" mencionada en Efesios cap. 4, rebasa las especificaciones justamente de una metáfora y se convierte en una perfecta realidad. El "viejo hombre" representa nuestra vida pasada y el "nuevo", la nueva vida en Cristo Jesús. ¿Puede el hombre nuevo vivir en el viejo?, o de igual manera, ¿puede el hombre viejo vivir en el nuevo?

Como cristianos a menudo somos sorprendidos al manifestar actitudes pasadas que creíamos superadas, enterradas y crucificadas. Por ejemplo: palabras hirientes, malos pensamientos, actos indebidos, palabras de esas grandes, rasgos de carácter que nos avergüenzan y que corresponden al estilo de vida del "viejo hombre", ése que éramos años atrás, antes de aceptar a Jesucristo y entregarle nuestro corazón por medio del bautismo. Cuando esto ha sucedido, muchos experimentamos tristeza y desánimo en el camino cristiano, y a veces hasta el deseo de no continuar más en una lucha que parece imposible al ver que no hay mucha mejoría, pero ¿por qué pasa esto?

Bueno, sé que no es fácil aceptarlo, pero realmente esta experiencia de frustración es resultado de los intentos de luchar solos y de querer crecer y ganar la batalla por nuestra propia cuenta. Aún a pesar de los años recorridos en el camino de la vida cristiana, podemos tener este mismo conflicto y esta misma experiencia.

El apóstol Pablo tuvo esa misma lucha. Tiempo después de que le entregó su corazón a Jesús, llegó a decir: "Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Ro. 7:19). Había pasado algún tiempo y seguía haciendo cosas que se suponía ya estaban sepultadas. Tal fue su desesperación que llegó a decir: "¡miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Ro. 7:24).

Esta declaración que expresa a los romanos es similar a la que hace a los efesios, cuando en el capítulo 4 de su carta habla de los dos hombres: el "hombre viejo" y el "nuevo hombre".

Sin embargo, esa angustia del conflicto interior y esa lucha real que experimentó llegó a su fin cuando llegó al entendimiento y a la comprensión iluminada por Dios de que sólo viviendo y siendo guiado por el Espíritu Santo podía ser superado. Por eso escribió: "…el ocuparse del Espíritu es vida y paz" (8:6).

Unos versículos más adelante dice: "Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (8:11).

Dos naturalezas forman parte de nuestra vida, la naturaleza carnal recibida al nacer, o el "viejo hombre", nuestra pasada manera de vivir representado por el "cuerpo de muerte" que llevamos cargando y que podría ser entendida como la inclinación natural hacia el mal; y la naturaleza espiritual o el "hombre nuevo", que recibimos al aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador.

El "nuevo hombre" debería subyugar al "viejo", si es que verdaderamente el otro (viejo) ha sido sepultado y el nuevo hombre cada día alimentado por esa relación con Jesucristo. Ahora, sin dejar de reconocer que la inclinación al mal estará con nosotros mientras vivamos, hasta que "esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad" (1ª. Co. 15: 53), creo que si cada día nos revestimos de Cristo, es decir, le entregamos nuestro ser entero, Él hará por nosotros lo que ahora parece imposible.

El apóstol dando respuesta a la pregunta: ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? dijo de inmediato: "Gracias doy a Dios por Jesucristo…" (Ro. 7:25). Él es la solución, Cristo y nadie más; y el Espíritu Santo "…nos ayuda en nuestra debilidad" (Ro. 8: 26).

Los siguientes pensamientos arrojan luz al respecto:"Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene cuando por la fe, el alma, se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios" E.G.W., DTG, p. 144.

 "Quien trate de llegar a ser santo mediante sus esfuerzos por guardar la ley está intentando algo imposible" E.G.W., CC p. 90.

 "Todos los que se hayan revestido del manto de la justicia de Cristo subsistirán delante de Él como escogidos fieles y veraces..." T.t. 5, p. 446.